Número 67
16 18 ejemplo prístino de ello aparece de manera reitera - da en la conocida novela antiimperialista Mamita Yu - nai [1941], del costarricense Carlos Luis Fallas, donde el habla del indígena es significada por la sospecha y un reiterado e indescifrable “¡Ejem¡” o preguntas sin respuesta sobre su desnudez, su gusto por comer “chanchadas” , el cariño por sus “perros sarnosos” o su demoníaca capacidad de miccionar: “A cada me- dia hora salían todos los chiquillos, desnudos unos y envueltos en chuicas; otros, saltando entre las som- bras como duendes, a hacer aguas desde la orilla de la plataforma. ¿Qué diablos beberían esas gentes que los obliga a orinar tanto?” [Fallas, 1970:41]. La escri - tura del narrador limpia a los personajes criollos y mestizos como ensucia a los indígenas con la cons - trucción de preguntas sin respuesta o frases estigma. Esta soterrada sedimentación cultural que nos invo - lucra culturalmente nos invita a que lo innombrable deba ser escrituralmente dicho y discutido. En este sentido, resulta interesante hacer referencia al caso de la Costa Rica reciente, donde a la histórica nega - ción del indígena, se debe sumar el rechazo y margi - nación de los migrantes nicaragüenses; estas actitu - des se expresan de manera abierta en los chistes y en la manera despectiva con la que se hace referen - cia al “indio” y al “nica” . Producto de la terrible situación económica que prevalece en Nicaragua, sus habitantes se desplazan día a día hacia Costa Rica en procura de empleo y de mejores oportunidades de vida. No cabe duda, que el incremento de la presencia de los “nicas” ha resul- tado sumamente incómodo para los “ticos” , quienes incluso han llegado a considerar a los nicaragüenses como toda una amenaza nacional. El rechazo a los “nicas” se explicita en tanto que éstos son de piel más “oscura” o bien, considerados “casi negros” además; son por naturaleza “violentos”, “salvajes” y “ladrones”. Es muy común por ejemplo, encontrar en la prensa nacional referencias a la responsabilidad de algún “nica” en los actos violentos que ocurren en algún rincón del país o bien de la ciudad capital. De modo que, en general, el aumento de la violen - cia y la inseguridad ciudadana es este “país de paz” , es atribuido a la mayor presencia de los vecinos del norte en el territorio nacional. No es difícil compren - der el origen de este tipo de actitudes xenofóbicas entre la población costarricense, si se considera que, la nacionalidad costarricense se fundamenta en la idea de que Costa Rica es una “nación de blancos”, por lo tanto es una “nación blanca” . Además, al atri - buto de “blanca” , se deben sumar otros como el de que ésta es una nación “pacífica” , “democrática” y “civilizada” . De tal forma, el discurso higienista en el caso costarricense es explícito y contundente con respecto al menosprecio que se muestra hacia el indígena, el nicaragüense y por supuesto, también hacia el “negro” de Limón, provincia ubicada en la costa caribeña. No en vano Limón, ha sido a lo largo de la historia, la provincia más pobre del país. Así las cosas, es común escuchar que Limón es una provin - cia “fea” , “sucia” , “violenta” que además, huele mal, pues huele a “negro” 1 . Veamos, desde otro tiempo, un ejemplo para aproximarnos a la perversa ontología del otro que finca la suciedad y la ignorancia a su origen y con - dición étnica. Una cartilla de educación indígena del medio siglo dice: “. . .el asco del ‘misti’ (léase blanco), por el indio, sigue, sin que tú te des cuenta el por qué. De ahí que es necesario que sepas ser limpio. . .” [Es - pinoza Bravo, 1951:23]. O, desde fines de los setenta, reflexionemos sobre el mensaje emitido por la voz de una conocida escritora mexicana, para introducir - nos a un pasaje urbano y privado del cuento “El lim- bo” . Aquí la voz del narrador se confunde con la del personaje. Así dice: “Olía mal. Es el olor del pueblo” . La cama desnuda con ese cuerpo tirado en el colchón rayado daba una sensación de abandono, de estóma- go vacío, de chiquero. . .” [Poniatowska, 1985:32]. El color y olor de la tierra adscrito a los indígenas se devalúa en una muy cotidiana expresión popular urbana latinoamericana, la cual eslabona el “emba- 1 Conversación con María Esther Montanaro, Méxi - co D.F. 19 junio del 2002.
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