Número 67

45 el alcance de ese concepto-eje no sólo cobra una dimensión global, sino que subraya en particular el potencial crítico de evitabilidad, de previsibilidad, de eludibilidad que impone una acción pública que no puede ser eficaz en ausencia de procesos de genuina participación social. Pero el término de damnificación también tiene sentido, epidemioló - gicamente, porque a las variables de causalidad , duración , profundidad y área de afectación consideradas en otras áreas de conocimiento, se suman en particular, en cuanto a la causalidad del daño, su dimensión múltiple y su antropogenicidad . El caso de los terremotos ilustra precisamente la po- tencialización social y política conferida a un fenómeno de origen natural o físico , origen que sin embargo no cabe hoy plantearse como absoluto en todos los casos, ante la evidencia creciente de los efectos antropogénicos en el planeta a largo plazo. Y si el daño es natural cuando no media en él la acción humana, la inac- ción humana también es capaz de generar un daño que no deja por ello de ser natural ; un daño, además, que no por provenir de la inacción es necesaria- mente menos grave. Es decir, la damnificación pasiva proviene de la inacción humana, independientemente del grado de afectación que implica. En ese marco, la clave es la evitabilidad, evidentemente una categoría antropogéni- ca. Ciertamente el animal no humano evita en lo posible y de manera instin- tiva o aprendida situaciones que pueden generarle daño, pero la diferencia es el alcance posible de esa previsión en el marco de una sociedad humana. Así, el daño es evitable, sea o no pasivo, cuando es antropogénico. Es evitable por antropogénico. Y en ello radica precisamente la esencia de la determinación social del daño evitable, la cual es mediada por procesos de desatención, y de ahí la relevancia de esta última como referente analítico y operativo. La evi- tabilidad , entonces, forma parte del sustento epidemiológico de la conciencia anticipatoria del mundo a que refiere Santos (2016: 205). En relación con los terremotos recientes en México, es posible ilustrar cómo las dimensiones mismas de la damnificación evitable expanden esta pertinencia epidemiológica más allá de la connotación técnica que preside el estudio de procesos generadores de daño en ámbitos ajenos al análisis social. El gobierno federal y los gobiernos locales resultaron rebasados por la dimensión de los desastres en un proceso que amerita atención. La base de damnificación naturalizada hace que una sociedad carente de procesos e instancias de participación decisoria en sus estructuras de gobierno vea incrementada por varias vías su condición de vulnerabilidad. Esta exclu- sión forma parte de un ordenamiento que invisibiliza habitualmente al ciu- dadano, pero es subvertible con la irrupción de una contingencia telúrica, climática o de otro origen. Así, por ejemplo, el sismo del pasado 19 de septiembre impactó a una ciudad en la cual, ya desde octubre de 2004, vecinos de 57 colonias habían presentado ante la Comisión Nacional de Derechos Humanos 1,200 denun- cias por edificaciones irregulares, en el marco de un crecimiento inmobilia - rio febril desatado en los últimos cinco años, y donde sólo en los últimos 24 meses se añadieron 817 denuncias más, por construcciones ilegales, daños a propiedad colindante, fraude en venta de departamentos, apropiación ilegal de áreas verdes y destrucción de inmuebles catalogados (Díaz, 2017a: 30-31). 103

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