Número 65
74 75 Estos son algunos ejemplos de los impactos de la digitalización en los pueblos y territorios de América Latina. Son ejemplos contra intui- tivos de lo que supone el trabajo agrícola nece- sario para “alimentar a la creciente población planetaria” en un momento de crisis climáticas, ambientales y de salud que combinadas auguran más hambrunas y pandemias. Resolver en línea las gestiones públicas de comunidades que care- cen de infraestructura básica, alentar la compra de dispositivos no regulados para la producción, o imponer una meta-legalidad digital en los usos de suelo, violentando derechos colectivos, son sólo algunos aspectos reales de la digitalización de la agricultura en esta región. Cada vez más comunidades y organizaciones en América Latina están reaccionando a las distintas versiones de lo que se promueve como digitaliza- ción agrícola. Sus cuestionamientos se adelantan a las inexistentes evaluaciones de sus impactos ambientales, de salud y destrucción cultural y cognitiva. Estas páginas describen sucintamente a qué se refiere la digitalización de la agricultura , algunos impactos notorios en América Latina y algunas de las principales discusiones y propues- tas que surgen entre agricultores y campesinos, activistas digitales y expertos de la alimentación y la agricultura para enfrentar el virus ciberné- tico benévolamente referido como digitalización . El laberinto de la agricultura digital La agricultura digital es un concepto al que le han metido de todo: uso de sistemas de posicio- namiento geográfico (GIS), tráfico de datos ma- sivos mediante “servicios de nube” , 3 y también procedimientos de biología molecular asistidos por inteligencia artificial . En los años ochenta comenzó a utilizarse el concepto de agricultura de precisión en la Universidad de Minnesota para referirse al trabajo agrícola que incorporaba GIS 3 La nube, popularizada en inglés como Cloud , es donde se almacena la información digital en el mundo del Big Data. Lejos de ser invisible, esta información se encuentra en instalaciones donde se colocan los servidores, que son por lo general extraordinariamente grandes. Usualmente se ubi- can cerca de fuentes de energía económicas como represas hidroeléctricas, parques eólicos o minas de carbón, y preferiblemente en climas frescos o fríos como Canadá o Islandia (Grupo ETC, 2020). y TIC’s (Sistemas de Información Geográfica y Tecnologías de Información y Comunicación), enfocadas a suministrar con exactitud los in- sumos en el momento preciso para mejorar la productividad y las ganancias agrícolas. Poco después escuchamos sobre la agricultura climáti- camente inteligente, que pone el énfasis en el uso de tecnologías cibernéticas, combinadas con manipulación genética, para producir cultivos que persistan en condiciones extremas de es- trés ambiental y que no dejen la huella de carbo- no de los cultivos convencionales. Por ejemplo plantas que reflejen la radiación solar y ayuden al enfriamiento global o que fijen su propio ni- trógeno obviando las emisiones que conlleva la producción de fertilizantes (Grupo ETC, 2018a). Está también la agricultura 4.0, que se promueve como una apuesta por la “productividad, soste- nibilidad y resiliencia” resultantes de la gestión automática de la producción agrícola, su distri- bución, procesamiento y consumo mediante co- rredores informáticos, cadenas de bloques, con- tratos autoejecutados, tecnologías financieras y automatización total de laboratorios y campos de cultivo. Incluso comenzó ya a hablarse de la agricultura 5.0, 4 ¿tal vez para emparentarla con la frecuencia 5G? Que no propone nada sustan- cialmente diferente de las anteriores. Las antiguas mega corporaciones de la agri- cultura, de las que muchas se transformaron en biotecnológicas desde que se generalizaron los procesos de mejoramiento genético, se están asociando con los gigantes del internet y la ro- botización, inaugurando un modelo biodigital de agronegocios. En él convergen el manejo de da- tos masivos, los procesos de aprendizaje de má- quinas (conocidos como Inteligencia Artificial, aunque mucha gente cuestiona esta definición), la robótica y una ola de nuevas técnicas de in- geniería genética. Jim Thomas del Grupo ETC denuncia que este nuevo modelo de agricultura “tiene en su núcleo dos mentiras muy importan- tes: una, que solamente busca ofrecer al agricul- 4 Véase nota en El Clarín, 1 de junio de 2021: https://www.clarin.com/ brandstudio/agricultura-5-0-inteligencia-artificial-campo_0_Qm- FMlUu23.html. tor una herramienta mejorada para organizarse y dos, que los datos no son un insumo como tal, son algo que no pesa, es gratis y no trae conse- cuencias (Grupo ETC, 2021). Todas las agriculturas de nueva generación argumentan que es necesario alimentar a cada vez más gente en un ambiente cada vez más destruido, y que ello se logrará solo con equi- pos automatizados. Leyendo con suspicacia la publicidad de las agriculturas digitalizadas en- tendemos que todas hablan básicamente de una agricultura sin agricultores. Todas estas versio- nes se refieren a la agricultura orientada al gran mercado, la agricultura industrial. Todas in- corporan elementos iguales o similares, son un continuo de la misma tendencia de innovación con nombres que varían según sus publirrela- cionistas aconsejen. Las promesas de la agricultura digital refieren al trabajo eficaz, ahorrador de tiempo y recur- sos, desarrollado sin fricción, que contrarresta la destrucción ambiental y por tanto el caos cli- mático. La mezcla de titanes corporativos de la agricultura digital incluye a las compañías que siempre han estado en las actividades primarias junto a las más alejadas y nuevas en el sector agropecuario. Desde Bayer-Monsanto y John Deere, a Microsoft, Amazon y Google, para lle- gar a las gestoras de inversión como BlackRock yVanguard Group (Grupo ETC, 2018b). El Grupo ETC propone una organización de los factores que integran la agricultura digital, a modo de un hilo de Ariadna que nos guíe ha- cia la salida del laberinto. La digitalización en la agricultura según ETC tiene tres componentes: a) Las máquinas, dispositivos o equipo ( hardwa- re ); b) las instrucciones, aplicaciones e interfa- ces ( software ), y c) las nuevas tecnologías finan- cieras ( fintech ) (Grupo ETC, 2020). 1. El hardware o maquinaria se refiere al equi- pamiento para la siembra, desyerbe, riego, abono, y cosecha de cultivos. Incluye tractores, drones , polvo inteligente (robots microsópicos), y senso- res incorporados a los robots y otros autómatas en el campo. Para el océano, cercas eléctricas y jaulas movibles para criar y capturar especies, así como drones que bucean. Todo conectado a saté- lites y bases de datos sobre clima, condiciones de los suelos, historia de los cultivos y su propiedad intelectual. Algunos de los nombres de las corpo- raciones que dominan el área: John Deere, CNH, AGCO, Kubota, que, recordemos, están asociadas con las empresas semilleras y de insumos quími- cos más grandes del mundo, como Bayer-Mon- santo, Yara y Dupont, entre otras. 2. El software o interface entre datos masivos, las máquinas que los alojan, y las biociencias. Incluye las técnicas de edición genética, los al- goritmos o “patrones” numéricos que permiten aprovechar la información digital de secuencias genómicas para encontrar tendencias comer- cialmente atractivas (un compuesto botánico de alto costo en el mercado o las características genéticas deseables para insertar en cultivos co- merciales); manipulaciones genéticas en ganado y peces para potenciar su rendimiento. Dos as- pectos clave del software de la agricultura digital Robots polinizadores. Fuente: Stig (2018).
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