Número 60
86 asumiendo lineamientos comunes como modo de construir otros modos de relacionarnos. Además de estos ejes de análisis podemos ver problemáticas comunes (ej. El acoso sexual en las universidades latinoamericanas o en los colegios) que, con mecanismos novedosos, y removiendo estructuras patriarcales históricas, están en el centro de varias acciones (ej: paralización de la UNAM, construcción colectiva de pibes en cole- gios de Argentina o concretar una red interuniver- sitaria de investigación feminista en Ecuador). El feminismo fomenta lo que Galindo bien reconoce como alianzas insòlitas que construyen “espacios minúsculos que alcanzan un valor descomunal gracias a la fuerza utópica que contengan, gracias a la capacidad de complejizar sus aristas de rela- cionamiento con la sociedad” (Meloni-González, 2020). Los casos de Ecuador, Colombia, Brasil, Argentina y México demuestran en gran medida la intención de complejizar nuestras realidades y de plasmar utopìas… caminando juntas como diría Claudia Korol (2015), siendo “Feministas compa- ñeras. Haciendo el aguante en las duras y en las maduras”. En el contexto mundial creemos, tal como lo ejemplifica Brasil, que solo el feminis- mo interseccional podrá poner freno al fascismo/ bolsonarización en la región. Este caminar también nos hace plantear algu- nos desafíos para las construcciones dentro de las izquierdas y como feminismos latinoamericanos. Replantearse la izquierda es una idea-nudo que no termina por mostrar las entrañas de sus múltiples conflictividades. Si el movimiento de los feminismos no fuera tan global en su exten- sión geográfica, cultural y social o no estuviera avanzando con tanta fuerza y no fuera tan diver- so, tendríamos la tranquilidad de aseverar que estamos en el camino más seguro de andar des- de la humanización sentipensante de la historia y hacia la sabia reconstrucción de más futuros, al- ternos al de la devastación descarnada de las ci- vilizaciones humanas. Tendríamos la convicción de que es cuestión de tiempo para que el movi- miento de los feminismos logre lo que con tan- tas luchas no se ha logrado, cuestión de nutrirle y verle crecer, cuando no de esperar, simple y llanamente, esperar, dejarle ocurrir. No diríamos que es una vía para replantearse la izquierda, sino que sería “ La vía de replantearse la izquierda ”. Sin embargo, eso es demasiado romántico para la mirada feminista que podemos compartir, por- que no basta con regocijarnos, aunque se siente muy bien que, en medio de la revuelta de los ricos , podamos mirarnos, leernos, escucharnos, escri- birnos, darnos ánimo y felicitarnos por llevar la batuta de la resistencia, así: en colectivo. No obstante, parecería que, los feminismos son difíciles de categorizar y meter “en orden taxo- nómico” en términos de sus horizontes políticos, de alguna manera eso también tiene como corre- lato lo difícil que es, en estos momentos, meter en cualquier orden tradicionalmente organizado, a las corrientes políticas de las diferentes luchas sociales del mundo, incluyendo a los llamados go- biernos progresistas de América Latina. Si bien algunas de las lógicas del feminismo se han vuelto nociones más extendidas en la socie- dad (necesidad de equidad entre hombres y muje- res), aún tenemos como desafío profundizar en la redistribución del poder. Muchas veces los luga- res que toman mujeres y varones, a pesar de tener discursos desde perspectivas de género en sus lu- chas, quedan teñidos por un manejo de poder que oprime porque se asocia a lógicas individuales y verticalistas, en las que el soltar el control, la confianza y la construcción colectiva no están dentro de los criterios de la praxis. Esto abre una discusión en relación a un término muy utilizado en los feminismos: el empoderamiento. Acuer- parnos, reconocernos con otras y otros en equi- dad, que reconozcamos los privilegios de cada quien desde las diferentes aristas: género, etnia, clase, edad, capacidad, se nos vuelve un desafío para procesos horizontales de construcciones so- roras, intergeneracionales y regionales. Otro de los aspectos que están en tensión son las lógicas del cuidado y la autonomía . En este sentido, revisar las prácticas desde el cuida- do colectivo no proteccionista, con la confian- za puesta en las personas, en la capacidad de la sociedad, con el quehacer cotidiano del andar juntas, juntos, juntes, demandando al Estado lo
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