Número 60

49 el día de hoy no ha cesado, que todavía sigue, y curiosamente, cuando alguna gente nos pregunta “¿por qué la Ciudad de Mérida es “la Ciudad Blan- ca”, será porque está muy limpia y porque hoy es una ciudad segura?”, no: porque es la ciudad de los blancos, porque no nos permitían que los in- dios estemos allá, por eso. Entonces se volvió ne- gocio de los gobernadores Barbachano y Méndez, en hacer una cruzada para capturar, para cazar a los indígenas, que en maya los rebeldes les llama- ban wi’it’ , los llamamos wi’it’ hasta hoy, que era el nombre de un tipo de ropa que se ponen, como un tipo shorts, calzoncillo, o pantalón corto pero que eso era la figura de la rebeldía, esa ropa, quien se vestía como el sol es un traidor. Entonces pasó una cosa, estos rebeldes que venían de las montañas o los montes o selvas de Quintana Roo, se enfrentaron con el norte, cen- tro norte del oriente de Yucatán, que estaba llena de haciendas, y esas haciendas tenían a cientos de mayas esclavizados acasillados, y sus patro- nes los sacaron a pelear contra sus hermanos y Bueno, hubo un pleito allá lamentable y cuando termina, entre comillas, esta guerra, pues los que quedaron en la montaña, muchos de ellos, los capturaron los gobernadores y los vendie- ron como esclavos allá en Cuba, muchos. Por eso hasta hoy, en Cuba hay gente que se apellida Canul, que es maya, y los pocos que se quedaron, el gobierno del tren, no el de hoy, el anterior, sí mandó que le cortaran las milpas a la gente y acabaron con las mismas, entonces la gente se murió de hambre, los pocos que quedaron, y mi bisabuelo me contaba cómo él fue uno de los que reclutó el gobierno para llevarlos a construir la vía del tren que se va de Mérida a Peto, me decía: - Pues yo era así de los “hombres libres”, que se dice así en ese tiempo porque ha- bían dos tipos de gente, los hombres libres estaban sujetos a que el gobierno viniera y se los llevara al ejército a hacer un trabajo donde sea y Bueno, pues no había de otra: tenías que irte, en caso de que no quieras tendría que venderte a un señor de la ha- cienda, a un patrón, y pues yo era era libre y me llevaron a construir las vías del tren, y encontré tres formas en que la gente se moría: una primera forma es que en ese lu- gar había una mosca que se conoce como la mosca chiclera y mordía a la gente, y no había medicinas ni les interesaba a los pro- motores del tren curar a esta gente. Tal vez no conocían la palabra “sustentabi- lidad” ¿no?, o “desarrollo”, pero así se moría la gente, pero también se morían de hambre, nos contaban que les daban solamente un pozole en la mañana y tres tortillas en la tarde, pero había otra forma en la que se moría: había un reducto de gente maya, de los rebeldes que incursiona- ban en la noche, y muchas veces amanecían los constructores de la vía del tren descabezados. Y esto, que para muchos estudiosos es “his- toria”, un poco para nosotros sigue siendo expe- riencia: esa derrota nos pesó tanto, porque los mayas que nos quedamos fueron los mayas de las haciendas, porque a los otros se los chingaron; entonces, los que nos quedamos de las haciendas hasta hoy no hemos logrado levantarnos y en- frentar, como creo que deberíamos enfrentar, la situación. Todavía tenemos miedo cuando vie- nen y nos dicen: - “Pues vamos a desarrollar tu lugar, va- mos a producir energía limpia por favor del mundo le vamos a ser favorable, vamos a producir energía limpia y ustedes deben sentirse orgullosos que formen parte de este proyecto que salva al mundo, porque vamos a producir energía limpia” Está bien, nosotros no estamos en contra de la energía limpia, estamos en contra de que nos qui- ten la tierra: son cosas distintas, completamente distintas. Si vas a producir energía, bueno está bien, sería lo chévere, vamos a producirlo entre los dos, entre todos y que nos sirva aquí, pero no “voy a producir energía aquí en tu tierra y pues tú, pues te voy a dar una lanita”, pero lo dicen bonito, porque para eso sí se estudia bien: “ve este dinero que te damos como tu jubilación an- ticipada, ya no tienes que preocuparte, cada mes vas a cobrar una lana, tus jugosos 70 centavos por hectárea al día”, que eso es lo que pagan en Sinanché; entonces este es el problema que está,

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