Número 60
46 Yo pues nací en una familia monolingüe: mis papás son mayas, y pues yo lo que aprendí a ha- blar es maya, medio hablo el español, pero en realidad lo que yo hablo es maya. Entonces, lo que mi papá me decía, que creo que fue un buen consejo, es lo siguiente, me dice: - Hijo, tenemos que ir a la milpa porque necesitan, o necesitamos, aprender a crear nuestra propia comida; si logramos produ- cir lo que comemos, evitamos la esclavitud. Y pues íbamos a la milpa, pero además decía: - La milpa es el corazón de la montaña, la milpa es también selva, porque la milpa, hoy que no tiene árboles grandes, en 10 años ya los tiene otra vez. Y así vamos dando vuel- tas con ese círculo. Y no necesitas sembrar arbolitos para reforestar: sólo dejalos des- cansar, dales su tiempo y su espacio, que así se siembra la vida y no el engaño. Pues sí, íbamos a la milpa y en la milpa apren- díamos muchas cosas. Hoy, en español, a lo me- jor le podemos decir que la milpa es un espacio pedagogo, es una escuela, porque en esa milpa aprendemos, por ejemplo, el nombre de las flo- res. Todas las flores tienen nombre: aprendemos a distinguir los colores, la selva es verde pero tiene sus tonos y entre esos verdes, los amari- llos; las flores también, de muchas hojas y así una gran cantidad de colores, un arcoíris en la selva, y aprendemos su nombre pero no sólo eso. Caminando entre las hierbas, mi padre me decía: - Mira bien esta hierba: se llama “tal”, ¿ya la reconociste? ve su forma. Pues esto es medicinal, esto te cura la tos, esto te cura la hinchazón de garganta. Y aprendemos a distinguir las hierbas que nos curan y decimos: - Pues esta hierba hay que cuidarla. Entonces seguimos en la milpa y encontramos serpientes y me decía mi papá: - Una cosa importante tienes que aprender: las serpientes que no son venenosas cuando te ven huyen; las serpientes que son veneno- sas no huyen pero tampoco atacan, están ahí, no las molestes. Si por descuido la pisas, en- tonces Bueno, te va a morder, pero aquí está la hierba que se llama igual que la serpiente, que es ocob y éstas y ésta hierba rapidito la mastrujas, la machacas, la pones ahí, expri- mes un poco el caldo y te la tomas y se acabó. Para no hacerles largo el cuento, la milpa es algo así como nuestra universidad, aunque mu- chas veces esto ni en la universidad lo enseñan. El caso es que aprendemos muchas cosas allí y cuando uno crece y se hace adolescente y joven, nace una cosa que en español le podemos llamar el cariño, el amor por ese espacio. Obviamente, alguien que creció en la ciudad y desde muy pe- queño creció en una casa donde no hay árboles y que se abastecía de su comida en los supermerca- dos no va a sentir el amor que nosotros sentimos por ese espacio, no lo entendería, no lo siente, porque nosotros no es sólo cuestión de enten- derlo: también lo sentimos, que es allá donde hay una diferencia importante entre esta forma de vida indígena, maya, con otras formas de vida que son respetables también, el problema es que muchas veces ellos no nos respetan. Por eso muchas veces entramos en una dis- cusión difícil, porque cuando vienen los mega- proyectos que justifican muy bien desde esa vi- sión occidental, de la que he estado hablando, y tienen estudiado muy bien en las universidades, que eso sí lo estudian muy bien, cómo justifi- car la destrucción de la tierra, el desmonte, la deforestación, pero además le ponen nombres bonitos: le ponen “sustentabilidad”. Deforestar 500 hectáreas de tierra es sustentabilidad, es desarrollo, es sacar al pueblo indio de la mar- ginación, es hacerle justicia al sureste que está abandonado. Pero porque ellos no sienten lo que nosotros sentimos, entonces traen maquinarias y chingan a los árboles; pues sí, ellos dicen que es mucho más productivo un aerogenerador aquí de 180 metros de alto y 60 metros de aspas, es más productivo que una mata de k’úumche’, que ni si- quiera saben qué es, porque cuando traen las má- quinas y arrasan, les vale un comino si este árbol produce miel, si este árbol produce comida. Tenemos en Yucatán un árbol que en espa- ñol le dicen “bonete” pero en maya le llamamos k’úumche’ que es comida y bebida, y si de repen-
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