Número 60

45 que también este dolor que siento aquí tie- ne que ver con éste. Nosotros los mayas en la península entendemos la península como un cuerpo, como un territorio y si usted no lo entiende así yo no tengo la culpa: creo que la responsabilidad es de usted y me pa- rece que los jueces deben estar enterados que la Constitución dice que somos un país pluriétnico, pluricultural. Y me dice: - Si está muy bonito el discurso, pero yo necesito papeles. Bueno, fuimos en el INDEMAYA, hay una ins- titución ahí en Yucatán que se llama el INDEMA- YA y les dijimos a los del INDEMAYA: - ¿Nos pueden dar una constancia donde dice que somos indios? - Pues no, nosotros no damos eso. Les po- demos dar una constancia donde dice que hablan maya. - No, pues los gringos también hablan maya, nuestros enemigos también. - Pues no. En fin, nos ponen en estos dos problemas que creemos que es un juicio que se hace desde las formas de pensar occidental, aplicadas a una for- ma distinta de mirar al pueblo maya, al pueblo indígena como tal. Eso es un poco también lo que está pasando: me parece, con los argumentos que están desgranando en las instancias que hoy escuchamos sobre el tren. Dicen: - Pues nosotros estamos hablando con las comunidades que están siendo o que van a ser afectadas donde van a pasar los rieles. Si una comunidad no está afectada, es decir no va a pasar un riel, no tiene derecho a impugnar. O sea, si una de mis manos la vuelan, la otra no tiene derecho a impugnar, porque no ven a la península como un cuerpo. Nosotros decimos: - Pues cómo no. Y lo sentimos y lo creemos como como una violación: es una violación a nuestra cultura, pero además siempre nos acusan de que somos medio tontos, porque no sabemos interpretar la ley y pues nosotros decimos: así lo entendemos, no sé por qué ellos no lo pueden entender así, o no pueden o no lo quieren entender, ¿o qué es lo que está detrás de todo esto?... que finalmente es un destino ya decidido, que sólo se tienen que buscar justificaciones para hacer. En fin, esto es un poco nada más para expli- car un poco el tema de la identidad; entonces, cuando hablamos de la identidad no lo podemos desligar del territorio, es imposible. En el terri- torio está toda esta vida que nosotros creamos y que es una vida incomprendida, a pesar de que está muy estudiada por muchos especialistas y que lamentablemente, las barbaridades que di- cen estos especialistas muchas veces son las que quedan en la historia que es la que consultan los otros. Sobre esa barbaridad se construyen otras, y no se acercan a los pueblos a saber qué es lo que realmente creen y piensan y viven. La cuestión es que vino un antropólogo una vez, y me dijo: - Tú sabes que es peligroso hablar sobre la identidad, porque bueno, eso de la identi- dad es una cuestión conflictiva. Pues le digo: - Lo que pasa es que a lo mejor tú no has ido a la península a platicar con los mayas para que te digan qué entienden por eso; a lo mejor tú estás pensando en la identi- dad como un término occidental que se ha explicado allá: nosotros no tenemos ningún problema con eso, la cuestión es que no- sotros usamos el término identidad como un término que se acerca más o menos a lo que nosotros en maya decimos chi’i’balil, y para que tú puedas entender lo que estoy diciendo, a lo mejor necesitas saber qué es lo que realmente queremos decir en maya, y si no, pues no se entiende. Entonces, esta relación entre la identidad y el territorio nos construye una vida y una primera cuestión elemental, que es un valor que creemos de nuestra identidad:es cómo encontramos nues- tros saberes, cómo encontramos lo que conoce- mos y que principalmente tienen que ver con la vida, porque de eso se trata.

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