Número 60

21 nativa de “neuroliberalismo” busca explicitar el basamento de las políticas atomizadoras del neoliberalismo en la producción insidiosa de una subjetividad a la que se le oculta no solo Otro, sino también, y fundamentalmente, el propio deseo. En otras palabras, el sistema de ideas que describimos con este neologismo tiene por ob- jetivo impedir neuróticamente toda reacción a las demandas de una cultura suicida. Esta nueva denominación no soluciona todos los problemas que conlleva el rearme de la actividad crítica que proponemos, pero se atreve a alterar las catego- rías heredadas para cuestionarlas. Neurolibera- lismo es, de hecho, un término de combate que busca impulsar la impugnación de muchas de las ideas comúnmente aceptadas que sustentan la producción de subjetividad referida (Biagini y Fernández Peychaux, 2015, p. 28). Por su lado, Sennett (2005) explora otra di- mensión de los efectos deshumanizadores seña- lados por Biagini al remitirnos al campo del tra- bajo, modificado por la “flexibilización laboral”. Esta flexibilidad, según este autor, dota de con- tenido a lo que él llama “capitalismo flexible”. Considera que el neoliberalismo es un modelo anglosajón que progresivamente se expandió a otras economías y que le subyace como ideología profunda el “parasitismo social”, el estigma que pesa sobre los pobres, los excluidos del trabajo flexible, los marginados de la democracia res- tringida y los servicios públicos de salud, educa- ción y vivienda. va modalidad de piratería legal. Compiten con el movimiento de registros y certificaciones que ha tocado profundamente a Nuestra América en los últimos años, gracias a las declaratorias de “patri- monio cultural de la humanidad”, así como a las llamadas “marcas país” y a la normativa impuesta por la Organización Mundial de Comercio (OMC). La conversión mercantil de los bienes cultura- les está al alza y es auspiciada por las grandes cor- poraciones internacionales dedicadas al turismo cultural, en asociación con capitales nativos y la anuencia de los regímenes del continente. Se ha tejido en torno suyo una interesada y preocupante axiología sobre el desarrollo, la cual es promovida a través de los medios y los sistemas educativos. Hugo Biagini escribió, sin desperdicio: Tras los efectos deshumanizadores de la llama- da Revolución Conservadora, acaecida durante el último tercio del siglo XX, en el panorama mundial y muy especialmente en buena parte de nuestra América se ha ido poniendo en tela de juicio —fáctica o teóricamente— la posibili- dad de asociar la democracia —con su ética de la equidad y la solidaridad— a una ideología lobbis- ta del provecho y el interés como la del neolibe- ralismo, hasta alcanzar a generarse la palmaria certidumbre de la incompatibilidad constitutiva existente entre ambas modalidades: democra- cia y neoliberalismo, el cual ha sido recalificado como neuroliberalismo —por su elevación del afán individualista al máximo valor comunitario (Biagini, 2010, p. 30). Biagini va más allá de esta caracterización del proceso al proponer la oportunidad y legi- timidad de la categoría de neuroliberalismo, lo cual nos hace recordar la prevención de Sigmund Freud frente al uso de palabras que responden a oscuros intereses. Decía el fundador del Psi- coanálisis que, “quien comienza cediendo en las palabras, termina claudicando en los hechos”. 2 El filósofo argentino define al neuroliberalismo en los siguientes términos: […] la presentación de la nomenclatura alter- 2 En otra traducción se dice: “se empieza por ceder en las palabras y se acaba a veces por ceder en las cosas” (Freud, 1948, p. 1153). ... la axiología del capital tiene como sujeto de enunciación al yo empresarial...

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