Número 59

97 tan abstracto y a la vez tan distante de nuestra realidad cotidiana que no parece requerirnos acti- vamente. Sabemos que es importante, pero las so- luciones para un problema tan grande parecen un asunto que solo puede quedar en manos de entes más grandes que nosotros : los gobiernos, la ONU, los masones o illuminatis que controlan discreta- mente el mundo o más bien esas grandes corpo- raciones que parecen enteramente dispuestas a vender nuestro futuro común por un aumento en los dividendos para sus accionistas. Estos últimos, por cierto, han invertido millones de dólares en las últimas décadas para sembrar dudas, diluir la discusión, matizar la urgencia y postergar las me- didas indispensables contra la crisis climática. El negacionismo organizado del calentamiento global, en efecto, ha logrado disipar la lucha por la Tierra y en contra de la crisis ambiental. A principios del milenio, y a sugerencia de un es- tratega de comunicación del partido republicano llamado Frank Luntz, la administración de Geor- ge W. Bush abandonó el término calentamiento global –ampliamente usado en ese entonces- y Algunos elementos de la Tierra cuya alteración, incluso a nivel regional, puede pro- vocar cambios bruscos en todo el Sistema Tierra. Por ejemplo, el deshielo del perma- frost provocaría la liberación de gases de efecto invernadero atrapados bajo el hie- lo, particularmente de metano. Se estima que para mediados de siglo, el permafrost puede estar emitiendo tantos gases de efecto invernadero como los que emite ¡todo Estados Unidos! Fuente: W. Steffen, A. Sanderson, P.D. Tyson, et al. (2004), Global Change and the Earth System: A Planet Under Pressure. Wasson, Springer. lo sustituyó por el más suave y menos categóri- co término cambio climático . De manera similar, la administración de Trump ha prohibido a las agencias del gobierno federal emplear el término cambio climático. Creen que pueden convencer- nos de que lo que no se nombra no existe. Pero existe. Y el problema ya no es una mera cuestión de calentamiento global, porque además del calentamiento del planeta, nos enfrentamos a muchos otros trastornos ambientales origina- dos por el hombre, tales como la crisis del agua y la pérdida de la biodiversidad, ésta última qui- zás aún más grave para la estabilidad de la Tierra que el calentamiento global. Todos estos trastor- nos ambientales están interrelacionados y actúan de manera orquestada para inducir un cambio radical en la estructura del Sistema Tierra: en la constitución de la atmósfera, en los patrones cli- máticos, en la acidez del océano, en la compo- sición y organización de los ecosistemas, en las corrientes marinas, en las lluvias. Esto es lo que de verdad nos preocupa (y nos ocupa). Estamos ante el fin de una era geológica y el inicio de una

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