Número 58
65 sonas y noventa y nueve están bien y una está mal, si hay noventa y nueve sanos y uno está en- fermo, todos están mal, todos están enfermos. La enfermedad de uno es la enfermedad de todos, y hasta que no se sanen todos, seguiremos enfer- mos». ¡No podía creerlo! Ahora me arrancaba de la noción de la salud individual y me sumergía en la noción de la salud colectiva. Pensaba para mis adentros que este indio no solamente me enseña- ba de medicina de personas, sino que ahora me hablaba de salud pública, de salud comunitaria. Ya no se trata tan sólo de curar personas. Las relacio- nes sociales, los afectos, los sentimientos, los vín- culos familiares, sociales y comunitarios entraban a formar parte de la salud y la enfermedad. Así entendí que la definición de salud no era simplemente, la que había aprendido en la Uni- versidad, un estado de bienestar físico, mental y social. Con el indio entendí que sólo es posible la salud si también y sobre todo tenemos en cuenta la naturaleza, la cultura y la espiritualidad. Y aún más, que mi salud no se trata de un estado y más bien se trata de un asunto de relaciones: salud es la buena relación consigo mismo, con los demás, con la naturaleza y con el mundo espiritual. Ahora resultaba que la cuestión ya no era solo convertirme en un mero curandero mestizo más, a la manera del médico occidental, sino que me vería obligado a salir del consultorio y de los pasillos del hospital para sembrar salud. Con el Payé Cesar tostando hojas de coca: un chamán de la cultura del Yuruparí preparando la coca para la ceremonia
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