Número 58
64 Egipto a la Tierra Prometida, de la esclavitud a la libertad, de la enfermedad a la salud, es preciso pasar por el desierto, y ¡cuarenta años! No hay otro camino. El desierto es el purgatorio. Y en el desierto se limpian los apegos y las idolatrías. Y en el desierto se aprende a desear el agua y el pan de cada día. Y en el desierto se conoce a Dios y se establece un pacto con Él. Y en el desierto se ha- cen las promesas para vivir bien, para ser capaces de vivir en la Tierra Prometida. Egipto es la enfer- medad. La Tierra Prometida es la salud. ¿Qué son las plantas medicinales? El bastón que abre el Mar Rojo, la vara que rompe la roca para que surta el agua, la nube que cubre la tra- vesía, el maná que cae cada mañana como rocío para darnos el pan de cada día, la serpiente clava- da para que al mirarla se curen las mordeduras de las enfermedades. ¿Y cómo usar las plantas medi- cinales? Ahí están las tablas de la ley, la Alianza de Dios con la naturaleza y con los hombres, la Ley de Origen de todos los pueblos, la sabiduría de los conocimientos tradicionales que viene del Cielo, del Sinaí, de la selva amazónica, de las sierras de México, de los mamos en la Sierra Nevada de San- ta Marta, de los páramos del Tíbet, de la nieve de los inuit, del saber popular de los pueblos campe- sinos, y siempre del mundo invisible. Y me enseñaba don Roberto: no es que tomó yagé para irse de aquí para allá. ¿Sufre de úlcera gástrica y no se mejora con endoscopias y ome- prazol? ¿Quiere curarse? Pase por el purgatorio. La úlcera es su infierno… el purgatorio su cura- ción… la salud es su cielo. ¿Sufre de depresión y los siquiatras y los medicamentos antidepresivos no lo curan? Pase por el purgatorio. La depresión es su infierno… el purgatorio es su curación… la paz y la alegría cotidiana son su cielo. ¿Sufre de problemas conyugales y no mejoran con las te- rapias de pareja y los buenos propósitos? Pase por el purgatorio. El desamor es su infierno… el purgatorio es su curación… la conciliación y el enamoramiento son su cielo. Al tomar yagé comenzó en mí un proceso te- rapéutico, un purgatorio que no termina al ama- necer de la ceremonia, un purgatorio que me invita a vivirlo tomando plantas amargas, me- jorando mi alimentación, bañándome con agua fría, tomando plantas vomitivas y purgantes; a acoger sobre todo a las plantas medicinales en mi vida cotidiana, para que ellas me vayan curando la carne, la sangre, los huesos, los recuerdos, las emociones, los sentimientos, los pensamientos y la espiritualidad. Todo eso al mismo tiempo. Ya no es el yagé el que me lleva al cielo. Si tomo yagé y nada más, aquí me quedo. Son todas las plantas medicinales, en concierto, las que me van dando la salud. Plantas que me invitan a ser juicioso, a tener moderación y templanza, a te- ner benignidad, a perdonar, a ser alegre, para así poder servir a mis hermanos, para así poder par- ticipar en el concierto de la curación del mundo. Y todo esto no fue suficiente. Una noche don Roberto me enseñó algo nuevo. «Si hay cien per- Ornamento de plumas en Vaupés. Fotografía de Leonardo Parra
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