Número 58

63 del cielo, la tierra y el infierno. Pero él no me estaba hablando de un lugar. Me fue enseñando que el purgatorio es el proceso obligado para pa- sar de un mundo inferior a un mundo superior. Bien sea del infierno a la tierra o de la tierra al cielo. Y el purgatorio, como en español bien lo indica la palabra, era la purga: purgar era la con- dición necesaria para tal tránsito. ¿Purgar? Hace tiempo que esa palabra había desaparecido de la medicina moderna. La prácti- ca de consumir catárticos y laxantes para limpiar el organismo, el sistema digestivo, los riñones o los pulmones, había sido expulsada al mismo tiempo que la noción de limpieza. Hoy a duras penas hablamos de «purga» para referirnos al consumo de medicamentos antiparasitarios. Y entonces comprendí que, por ejemplo, el yagé es sobre todo y ante todo un purgante, una planta que, como muchas otras, introduce a la persona en un purgatorio. Sí, el yagé es la planta que conduce a un mundo superior, pero al mis- mo tiempo es la planta que limpia y purifica para acceder a ese nuevo mundo. Entiendo ahora por qué don Roberto y los muchos otros chamanes a quienes luego he conocido dicen, cuando vamos a tomar yagé, «vamos a purgarnos». Ya no era el efecto psicodélico lo importante. Ahora era el efecto purgante, limpiador y purificador lo que importaba. Bien me decía don Roberto que «los blancos» se gastan el yagé viendo películas y al amanecer sólo queda eso. «No se quede miran- do películas; purgue y guárdese el yagé, que allá en su vida cotidiana se le convierte en salud, en buen pensamiento, en fortaleza y en alegría». Con mi limitada comprensión mental, al mis- mo tiempo generalizadora y reduccionista, no acababa de entender. ¿Si tomo yagé, paso del infierno al cielo? me preguntaba yo y el indio respondía «sí y no». No es que Germán Zuluaga tomó yagé y pasó de vivir en el infierno a vivir en el cielo. El Germán que vivía antes en Cota, que tiene esposa e hijos, que trabaja en un con- sultorio médico, a quien le gusta el fútbol y la música, después de tomar yagé sigue siendo el mismo Germán Zuluaga, aquí y ahora, con los mismos defectos y las mismas cualidades. Sigue en el mismo lugar y en las mismas circunstancias que antes de tomar yagé. ¿Entonces? Aprovecho el símbolo judeocristiano para ilus- trar lo que finalmente comprendí: para pasar de Monos juguetones en la casa del taita. Fotografía de Ana María Zuluaga

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