Número 58

60 Don Roberto la fue provocando a través de cinco etapas, no necesariamente sucesivas. Primero me enseñó que el mundo, antes que palabras y sonidos, estaba formado por una tra- ma de colores. El mundo tiene color y es color. Y el color que poseen los elementos minerales, vegetales y animales no es una simple cualidad extrínseca, como si Dios fuera un pintor que dio caprichosamente pinceladas sobre su creación. ¡El color es una cualidad intrínseca que tiene una propiedad y le concede al objeto esa propiedad! Las hojas de las plantas son verdes, la sangre es roja, el semen y los rayos son blancos, las flores rojas o amarillas, el agua cristalina, el cielo azul, y nada de esto puede ser de otra manera. Aquí, en mí, la palabra cedió su primacía ante el color. Luego me enseñó que también el sabor es otra propiedad intrínseca de las plantas y los animales. No es tampoco el sabor una cualidad extrínseca y caprichosa que el Creador les asignó porque sí. Esto es aún más importante en las plantas medi- cinales. Y así aprendí que había plantas amargas, dulces y aromáticas, ácidas y frescas. Y esta cua- lidad explicaba mejor su efecto, en especial so- bre el hígado, ya que la bilis es la única sustancia amarga que existe en los animales y el hombre. La bilis cumple una función de limpieza, tal como las plantas amargas. Aparecía un concepto que en la medicina occidental ya no existe. Amargo y lim- pieza fueron dos de las primeras claves para en- tender la medicina tradicional y la forma de fun- cionamiento de las plantas medicinales. Después me enseñó don Roberto a ver el mundo en la perspectiva dual de lo masculino y lo femenino . A través de simples juegos como la comparación entre la naranja y el limón, la cebo- lla y el ajo, la canela y el clavo, se abrió ante mí el inmenso mundo de la selva, la madre tierra, la naturaleza, las flores, las mariposas y las plantas medicinales, todas en una danza de la fecundi- dad, ya que son inseminadas por ellos, el sol, el fuego, el viento, el rayo y el trueno. Lo uterino y lo seminal aparecían como nuevas categorías para comprender la salud y la enfermedad, así como las perspectivas de la prevención y la cura- ción, que difieren por supuesto en hombres y en mujeres. Y comprendí la importancia del cuida- do de la menstruación, de la gestación y el parto, de la placenta, del rito femenino de iniciación y de la menopausia. Entonces apareció ante mí la noción de lo frío y lo caliente . A estas alturas ya era capaz de asi- milar otros lenguajes, pero esto de plantas frías o calientes me parecía poco menos que ridículo. Caminando juntos por la selva, él me señalaba al- guna planta y me decía: «esta es una planta calien- te», sin darme más explicaciones. Confieso que en un principio me detenía frente a la planta y tocaba sus hojas para ver si apreciaba en ellas una tempe- Germán Zuluaga y el yoco: El autor, hace muchos años, señalando el yoco (Paullinia yoco), una de las plantas medicinales más importantes del chamanis- mo en el piedemonte amazónico

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