Número 58

56 apagó, y dijo: “Aquí andan los aires”, mientras los saludaba y les decía: “te venimos a ver, y a traer- te mole, con pollo.” Mientras, tiraba un poco de mole en la tierra, y dejaba ahí también los ta- males; al mismo tiempo, un joven tocaba músi- ca con una flauta y un tamborcito. Se unieron al ritual los cuidadores de la zona arqueológica, y nos pasaron un trago de tepache y un cigarro a cada uno; es obligación fumar y tomar tepache. El guiador repetía cosas en voz baja y estuvimos unos instantes más ahí, en silencio. Luego se nos dijo que era hora de ir al siguiente paraje. Al pre- guntarle cómo vio las velas, dijo: “Viene bien el temporal, viene bueno el tiempo.” Todo el ritual se repite a lo largo de los parajes. Cuando termi- nan de poner el huentle en los diferentes lugares, regresan los dos grupos a comer y a festejar un año más del ritual. Recapitulando Las descripciones de Raúl Arana, 1981, las de Druzo Maldonado, 2001 y 2005, así como las de Alicia Juárez Becerril de 2015, y las nuestras, de 2017 y 2018, coinciden; en realidad no se obser- van cambios en el ritual. El único cambio es que Arana incluye chocolate en el huentle , y los dis- cursos en náhuatl. En las observaciones de los otros autores ya no se ofrenda el chocolate, quizá por el costo y ya no se habla en nahuatl. Lo interesante de estas experiencias es que por años y años el ritual, y por tanto el mito, continúa vigente. La creencia de un grupo grande de habi- tantes de Coatetelco continúa la tradición, aunque cada vez es más caro y cada vez hay menos gente que colabore con los gastos y con trabajo en la preparación de los elementos del ritual. Este año de 2018, el casero calculó que se gastaron $10 mil Foto 7. Ofrenda dejada en el momoxtle. trabajo de campo en Coatetelco, 2018

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