Número 58

52 a los santos y a los muertos. El protocolo está dentro de la tradición con pocos cambios en su historia. En los artículos se describen los rituales llevados a cabo en esos pueblos. El mito y su ritual El 23 de junio, la víspera de la fiesta a San Juan Bautista, celebran los campesinos de Coatetelco el ritual del mito dedicado a agradar a los aireci- tos, o Pilanchichincles, para que haya buen tem- poral y se obtenga una buena cosecha. La gente del pueblo abraza al mito y, por más que el ritual implique altos costos y mucho trabajo para la fa- milia a la que le corresponde realizar el ritual – cada dos años cambia de familia–, éste continúa vigente. Cada año se celebra y asisten un grupo de personas creyentes en el mito. El compromiso de los campesinos con los airecitos está vivo, y se hace el ritual que implica la comida y los ele- mentos del huentle u ofrenda para los Pilanchi- chincles y también la comida para todos los que participaron en su preparación. Los campesinos creen en los Pilanchichin- cles, a los que se les imagina –porque nunca los ven, son invisibles– como niños que viven en las montañas y en los cerros, y que vienen al área de Coatetelco a recibir el huentle u ofrenda que les hacen los agricultores en 19 parajes, con la peti- ción de buen temporal. Quizá estos personajes corresponden a los ehecatotontin del prehispá- nico dios del viento Ehecatl que, se dice, tenía una multitud de pequeños ayudantes para aca- rrear el agua de lluvia y los truenos. Este es un mito y ritual que se realiza desde hace muchos años en el pueblo de Coatetelco, quizá desde la época Colonial, ya que hay en él un claro sincre- tismo entre los dioses prehispánicos y los de la religión católica. El ritual que se ofrenda a los airecitos, como el de otros rituales, “…corresponde a una expre- sión normada por reglas específicas que obede- cen a un conjunto de principios y normas que ga- rantizan su eficacia, demostrada empíricamente por haberse practicado reiteradamente por ge- neraciones. Es la repetición cíclica que da sen- tido al tiempo. Los rituales son siempre iguales, pero siempre diferentes.” (Cervantes, 2017:84). Este ritual es exclusivo de hombres, sólo ellos pueden participar llevando los elementos de la ofrenda a los diferentes parajes donde se coloca el huentle . Algunas mujeres pueden acompañar a los guiadores del ritual, pero no participan en la ceremonia. “Nosotros hacemos este festejo para que nunca nos falte el agüita, por eso se le pone el huentle. Esto no lo tenemos de hoy, viene desde nuestros antecesores”, dice don Pablo Pérez Oc- taviano, campesino de Coatetelco. “En el ritual y la ofrenda de comida, o huentle , por ser la expresión de un mito, sus componen- tes permanecen estables, casi sin cambios a través del tiempo…la comida del huentle y el rito que la acompaña son pervivencias culturales prehispá- nicas.” (Cervantes y Gómez, 2018). Por ejemplo, la hechura del mole verde no conlleva ningún ele- mento colonial ni moderno, se hace con semilla de calabaza, chile y originalmente con guajolote cocido, ahora con el llamado pollo de rancho. Este alimento es sólo para los airecitos, la gente no lo puede comer, si algo sobra se tira en la tierra para que lo coman los animales que pasan por allí. Nuestra experiencia del 201 8 En Coatetelco, el 23 de junio de 2018, el casero fue don Agustín Carrillo; él, junto a su esposa e hija, fueron los encargados de coordinar, por segundo año consecutivo, el ritual. Este es el fin del ciclo para ellos, pues en el festejo que se lle- va a cabo, la responsabilidad pasa a manos del siguiente casero. Al llegar a la casa de don Agustín nos encon- tramos con 10 mujeres que preparaban los tama- les nejos, que son tamales pequeños, hechos con masa de maíz nixtamalizada con ceniza, y en- vueltos en hojas verdes de maíz; una vez cocidos se reparten en paquetes de 24 tamales colocados en hojas de totomoxtle . Las mujeres nos enseña- ron como envolverlos, de manera que quede un círculo con la hoja. Las mujeres también prepa- ran las tortillas que se darán a los participantes. El mole verde que también se ofrenda a los Pilanchichincles en pequeñas cazuelas se cocinó

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