Número 56

96 régimen”. Generalmente la idea que se encuentra detrás de este llamado es que con la “llegada al poder” del partido político o del dirigente me- siánico, el sufrimiento por el que atraviesa el “pueblo pobre” será subsanado por decisión y obra de quien encabeza el gobierno en turno. En este sentido, los burócratas actuales confunden política económica con economía política y, en- tonces, plantean que atacando los efectos, y no a las causas, podrán “liberar” al pueblo pobre de sus padecimientos. Sin embargo, se debe tener en claro que esto no es más que un sermón me- siánico en el que el pueblo es abstracción, a lo sumo una víctima impávida de la “mala adminis- tración” del presupuesto público, mientras que el emisor del mensaje es el redentor univoco que “limpiará la casa” comenzando por “barrer las escaleras de arriba hacia abajo”. Otra de las formas para romper con la movili- zación y contener la espiral de la resistencia y la rebeldía, se acompaña por la injuria, la calumnia y la amenaza (franca o velada), desde las que se pone en operación una guerra de amplio espectro y de baja intensidad promovida desde el aparato de gobierno en consonancia con los diversos gru- pos de poder fáctico, en contra de los movimien- tos que mantienen su independencia, autonomía y autogestión. A esta forma de proceder, en el argot militar se le conoce como “operaciones de restau- ración del orden”. Las operaciones de este tipo, tienen como objetivo desconectar a dichos movi- mientos del sector social en el que se desenvuelven para acotar su margen de acción y con ello tejer un cerco de contención o exterminio físico. El cerco de contención y aislamiento en el que se intenta colocar a los movimientos antisistémi- cos, como el movimiento neozapatista, al señalar- los como “intransigentes” o “radicales”, es acom- pañado de una escenografía en la que se monta a manera de teatralidad política el “performance del poder”: este es el conjunto de acciones con- venidas entre sectores que tienden a sobreponer intereses específicos en su relación con el aparato de gobierno, por lo que buscan posicionar como “justo” y “verdadero” el programa social de la modernidad capitalista, mientras se desacredita a los movimientos antisistémicos o a cualquier otro que no comparta dicho programa. Lo ocurri-

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