Número 56

118 Las situaciones antes descritas han hecho crisis y en estos últimos días nuestros compa- ñeros Profesores Investigadores Eméritos han alzado la voz para mostrar su preocupación por la política que la administración del INAH en esta gestión, ya en sus primeros pasos, ha manifestado en cuanto al profundo desprecio con que se trata a los auxiliares de investiga- ción, a los docentes de las tres escuelas del INAH y a otros tantos trabajadores pues con los recortes actuales sus condiciones laborales son aun peores que las que existían en los go- biernos del PRIAN. Nos preocupa que hasta la fecha no se nos han presentado los proyectos ejecutivos para el Tren Maya, el corredor del Istmo de Tehuan- tepec, o la siembra de árboles maderables y frutales, todas los cuales deben de ser analiza- das objetiva y rigurosamente en sus diversas implicaciones, dado que pueden incidir negati- vamente no sólo sobre vestigios arqueológicos e históricos, sino sobre otros elementos esen- ciales de la materia de trabajo del INAH, que remite en primer lugar a las poblaciones, sus proyectos de vida, su dinámica relacional, su identidad, sus valores y potenciales prohijados y promovidos por los pueblos y comunidades, no sólo de sus entornos locales, sino también regionales y hasta nacionales. La cultura no es una cosa, ni un atractivo turístico, ni una mer- cancía a comercializar, ni un escenario. Enfatizamos que en su mayoría, los traba- jadores académicos del INAH trabajamos con procesos sociales, no los atropellamos ni los simulamos. Nosotros analizamos la exclusión existente en nuestra sociedad, pero para de- nunciarla y suprimirla, no para practicarla. Para nosotros la cultura no se encuentra bá- sicamente en las vitrinas ni es asunto de mero “disfrute social”, sino que se halla en la vida cotidiana de todos y cada uno de los seres hu- manos y es un asunto de vida o muerte. Para nosotros la documentación de los problemas y retos no basta: es preciso incidir en ellos. Para nosotros el ejercicio de la antropología y de la historia no es una ocurrencia ni su destino es servir al turismo, ni es un ramal de la industria de los espectáculos, sino una práctica impres- cindible como fuente de identidad y sentido para la población. Para nosotros la lucha por la integridad de la diversidad de la vida es la misma lucha que se debe dar por la diversidad de la cultura. Para nosotros , el INAH tiene responsabili- dad compartida en la identificación de los pro- pios proyectos de los pueblos y comunidades del país, para reconocer lo que somos y lo que podemos, que es mucho, en lugar de esperar, pedir, aceptar, limosnear, propiciar, impulsar, tolerar o justificar proyectos ajenos para fi- nes ajenos. Para nosotros el “desarrollo” tiene matices, no equivale necesariamente a bienes- tar ni a justicia y no debe de utilizarse como señuelo para la imposición de esos proyectos ajenos para fines ajenos. México no es un de- pósito de mano de obra barata, ni de materia prima. La inversión extranjera no es la razón de ser de México. El país merece un Instituto Nacional de Antropología e Historia a la altura de su potencial. Si respetamos nuestro com- promiso con el país y con la sociedad a los que nos debemos, seremos respetados. Si transi- gimos en ese compromiso histórico, seremos avasallados por el temor, la sumisión, la impro- visación y el autoritarismo. Queremos entender a la “cuarta transfor- mación” como expresión de un proceso de res- ponsabilidad y de emancipación de las concien- cias, no como una “transformación de cuarta” en una ficción que requiere súbditos obedien- tes e individualistas. Eso no nos interesa, no sirve al país y constituye una traición al pueblo. Nosotros no suscribimos los ataques de la derecha al nuevo gobierno federal, pero tam- bién sabemos que ninguna transformación será posible si persisten los vicios de los an-

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