Número 55

54 En la actualidad, la inversión especulativa y las empresas transnacionales transforman todos los aspectos de la vida —la lengua de la gente, su músi- ca, sus edificaciones, su agricultura y la manera de ver el mundo—. Esa forma vertical de cambio cul- tural, de arriba hacia abajo, opera en contra de la diversidad, en contra del tejido mismo de la vida. En última instancia, el modelo occidental que se impone a la fuerza en el mundo no es replicable: los economistas que atienden solamente a las in- dicadores estadísticos que les señalan si las econo- mías son saludables o están “creciendo lo suficien- temente rápido”, no hacen los cálculos necesarios para comprobar si la Tierra tiene los recursos sufi- cientes para sustentar sus modelos abstractos. Resulta poco más que un engaño cruel el pro- meter a los pobres que el desarrollo y el libre comercio les permitirán vivir como los estadou- nidenses o los europeos, quienes consumen diez veces más de lo que les correspondería en un reparto justo de recursos. El Sueño Americano es una imposibilidad física, y es accesible sólo para una pequeña minoría. Luego entonces, no es de extrañar que el creciente aumento de la po- breza y la degradación conduzcan a un crecien- te rencor hacia los occidentales, especialmente los estadunidenses, quienes son vistos como los principales autores y beneficiarios de la econo- mía mundial. Y ello, no obstante que el Sueño Americano también está fuera del alcance de la mayoría de los estadunidenses. Es vital que en Occidente cambiemos inme- diatamente a un modelo económico descentra- lizado, menos intensivo en el uso de recursos. Pero de igual urgencia es cambiar las políticas de desarrollo para un Sur menos dependiente del petróleo y menos industrializado, en donde una estrategia basada en la energía renovable descen- tralizada sería más accesible y menos costosa de implementar, que persistir en la ruta energética centralizada y de un alto índice de generación de emisiones de carbón. Mejorar las condiciones de las aldeas, pueblos y regiones es una estrategia que puede contribuir también a frenar la malsana ola de urbanización: la despoblación de las zonas rurales que está vinculada estructuralmente a la globalización dirigida por las corporaciones pri- vadas. Asimismo, debemos examinar críticamen- te las propuestas bien intencionadas, como los ob- jetivos de la ONU acerca del desarrollo sostenible, que piden más “ayuda” para el Sur Global con el fin de aliviar la pobreza (una presunta causa del

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