Número 55
51 la mayoría. Maltrechos por los sueños imposibles que sus escuelas, los medios de comunicación y la publicidad les endosaron, muchos jóvenes se en- contraron indeseados, frustrados y enojados. La historia de Ladaki no es inusual. El aumen- to de las divisiones, la violencia y el desorden ci- vil en todo el mundo son un efecto previsible de la tentativa de forzar a los pueblos y culturas di- versas para que se integren a la monocultura del consumo. El problema es particularmente grave en el Sur Global, en el que personas de orígenes étnicos diferentes son arrojadas a las ciudades, separándolas de sus comunidades y de sus ama- rres culturales, en donde enfrentan una compe- tencia despiadada en lo que toca al empleo y a las necesidades básicas de la vida. En la situación intensamente desmoralizante y competitiva que enfrentan, las diferencias de cualquier tipo se tornan cada vez más importantes, y ello favorece que pueden estallar violentamente las tensiones entre diferentes grupos étnicos o religiosos. Puesto que las comunidades rurales y las eco- nomías locales en el Norte Global están siendo desgarradas por muchas de las mismas fuerzas destructivas que operan en el Sur Global, no de- bería causar sorpresa que también aquí los efec- tos sean similares. El fundamentalismo cristiano, por ejemplo, ha echado raíces en el corazón ru- ral de los Estados Unidos en la misma tasa en que aumenta la hostilidad hacia los inmigrantes, musulmanes y de otras minorías étnicas. En toda Europa se desata la hostilidad contra los inmi- grantes y sus hijos, no sólo en lo que toca a la reciente afluencia desde Siria sino también con respecto a los inmigrantes que han vivido en Europa durante décadas. Muchos de estos inmi- grantes viven a las orillas de ciudades glamoro- sas, cuya riqueza es como una cruel burla. Por Niños de Leh en el área comercial. Hacienda del Sr. Ortega. Foto 01-124
RkJQdWJsaXNoZXIy MTA3MTQ=