Número 55
49 este ataque a su autoestima individual y cultural. Hace unos años visité la parte más remota de los masais en Kenia: me habían dicho que se trata- ba de una región que había resistido las presio- nes de la monocultura del consumo, en donde las personas aún conservan un acendrado sentido de dignidad y orgullo. Así que me horroricé cuando un joven líder masai me presentó a su padre di- ciendo: “Helena está trabajando en los Himalaya con personas que son más primitivas de lo que somos”. El anciano respondió “eso no es posible: nadie podría ser más primitivo que nosotros”. El ascenso del fundamentalismo en Ladak Los ladakis no solían identificarse como budistas o musulmanes, refiriéndose en cambio a su núcleo familiar o su pueblo de origen. Pero eso comenzó a cambiar debido a la competitividad intensifica- da producto del desarrollo. El poder político, que antes estaba diseminado en los pueblos y aldeas, quedó concentrado en burocracias controladas por el estado de Cachemira, del que Ladak es par- te, como estado dominado por los musulmanes. En la mayoría de los países, el grupo en el po- der tiende a favorecer a su propia clase, mien- tras que el resto suele ser discriminado. Ladak no fue la excepción. Los empleos de represen- tación política y en el gobierno —prácticamente los únicos disponibles para los ladakis educados formalmente— se asignaron de manera despro- porcionada a los musulmanes. Así, las diferen- cias étnicas y religiosas, antes puestas de lado, comenzaron a cobrar una dimensión política y a causar amargura y enemistad en una escala hasta ese momento desconocida. Los jóvenes ladakis, para quienes la religión había sido sólo otra parte de la vida cotidiana, tomaron medidas exageradas para demostrar su Casa maya en Mérida. (“casa de nativo indio”). Foto 01-66
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