Número 55

29 Viñeta de Andrés Rábago, El Roto (reproducida con su autorización) pleto las emisiones globales de gases de efecto invernadero —principalmente las provenientes de la quema de combusti- bles fósiles— a más tardar en el 2050 ¿Por qué intentar revivir refinerías ca- ducas o construir nuevas instalaciones que sólo encadenarán más el futuro del país a la dependencia de tales combus- tibles? Si lo que se quiere es ya no re- galarle nuestro dinero al vecino país del norte por refinar nuestro petróleo ¿Por qué no utilizar los fondos programados en el rescate de las refinerías para en su lugar impulsar la necesaria tran- sición energética a fuentes renovables? Sabiendo que el petróleo extraíble en forma redituable está por desapare- cer ¿Deberíamos o no considerarnos afortunados de que la infraestructura petrolera del país esté caducando jus- to ahora que es necesario no extraer más petróleo? Tomando en cuenta las más de 31,100 muertes prematuras al año que sufre México por la contaminación del aire causada por la quema de combustibles fósiles (TSOGA, 2018) ¿Se ha pensado que los consider- ables ahorros en gastos de salud que resultarían al eliminar la quema de combustibles fósiles bien podrían acelerar más aun la transición a energía proveniente de fuentes renovables? O ¿Es que los mexicanos somos más masoquistas aun que lo que ya se reconoce en todo el mundo? Hay que reconocer que es difícil desafiar a aquellas de nuestras ideologías que son de lo menos disputadas —el crecimiento y el consum- ismo, pero en Nueva Zelanda ya está ocurriendo: Jacinda Ardem, la primera ministra laborista indi- ca “ya no será suficiente ni necesariamente bueno considerar a una política como exitosa sólo porque ayuda a que aumente el producto interno bruto, especialmente si además, dicha política también degrada el ambiente” (Walters, 2018) ¿Cómo se traduce esta afirmación en política pública? Ningún político puede actuar sin apoyo; de manera que, si queremos que los partidos políti- cos aborden estos problemas, nosotros también debemos participar y empezar a abordarlos. No podemos confiar en que los medios lo hagan por nosotros; eso no ocurrirá y para muestra bas- ta con mencionar un reporte de Media Matters (Kalhoefer, 2018) que encontró que la cobertu- ra total del calentamiento global en cinco redes de noticias de los Estados Unidos (ABC, CBS, NBC, Fox y PBS) fue de 260 minutos en el 2017 —un poco más de cuatro horas en las que, más que tratar el caos del clima en si mismo, sólo se habla sobre una faceta del psicodrama de Trump (¿Retirará a EUA del acuerdo de París? ¿A dónde ha ido y qué ha hecho esta vez?). Apenas hubo una sola mención breve del vínculo entre la de- gradación del clima y los múltiples desastres an- tinaturales que sufrió Estados Unidos ese año, otra sobre los nuevos hallazgos en la ciencia del clima y otra mencionando los impactos de nue- vos ductos o de nuevas minas de carbón. Desafortunadamente, no es fácil encontrar un estudio reciente en algún otro país que sea comparable; es sospechable que de existir tal es- tudio, éste sería un poco mejor, pero no mucho.

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