Número 55
19 de teporochos, era un grupo de antropólogos, en- tre ellos estaba yo, y un día los indios nos dijeron: “¿Ustedes con quien están?, “obviamente que con ustedes, somos antropólogos y no somos chilangos y sí marxistas, leninistas”, y los mazatecos pregun- taron “¿Eso qué es?”, en fin, nosotros tampoco sa- bíamos, les hablamos de una cosa que se llama Ma- nifiesto Comunista, que lo podían comprar en la ciudad de Oaxaca, y entonces nos invitaron a una cueva por hongos, yo recuerdo ruidos y colores psicodélicos y nos dijeron “Ustedes hablaron con ella, con la virgen santísima de Guadalupe”, pero no nos acordábamos de lo que nos dijo, “pues les dijo que ustedes nos van ayudar en una insurrec- ción armada contra Echeverría”. El problema es que la única arma que utilizo es un retrato de Elba Esther Gordillo: la presento y todos huyen. Todo esto implica en la cuestión del territorio una deculturación, e insisto: todo sujeto social tie- ne que ser evidentemente aquel tipo de sujeto que garantice la reproducción del sistema, ya sea hacia abajo o hacia arriba. En ese sentido, cuando uno piensa en los actores actuales, recordarán que antes los actores eran muy diferentes entre sí, pero ahora ves a todos iguales: ¿cuál es la diferencia entre Brit- ney Spears y Christina Aguilera, Thalia o Yuri?, se crea un tipo de sujeto que evidentemente responde a las expectativas de esa sociedad, pero aparecen los heterodoxos, gentuza como los antropólogos, y nos dicen “ah, ustedes estudian a los indios”. Pero también aquí hay un problema, como dice Hersch “el impacto de la devastación territorial afecta a toda la población, no nada más a los in- dígenas”, pero efectivamente, nosotros tenemos la picadura del avispón, la de que estamos acos- tumbrados a estudiar los pueblos originarios y está bien; sin embargo, no es el único problema, alguna vez Bonfil Batalla me dijo un 8 de agosto de los años sesenta, “Voy a proponer la creación de un partido indígena”; le respondí que a mi pa- recer, todos los explotados y oprimidos tienen di- ferentes formas de explotación y opresión, pero hay demandas específicas, somos distintos, pero tenemos un denominador común, la lucha contra la explotación; de ahí que debían juntarse en un solo partido y no hacer partidos segmentados. Al margen de lo anterior, es necesario apuntar el caso de Marichuy, cuando anduvimos juntan- do firmas, la gente nos decía: “a mí me caen bien los indios, no crea que soy racista, por ejemplo, pero la india María… eso de la Marichuy es cosa de indios, yo lo que peleo es el agua en Iztapala- pa, que haya servicios”, entonces lo importante es que se deben juntar todas esas luchas, de to- dos y todas, al final todos somos explotados. Sin embargo, el gran problema son hoy las com- pañías transnacionales, por un lado, se les llama como tales porque se supone que no tienen una sede específica, y por el otro, hay quien dice que son multinacionales porque tienen capital de dis- tintos orígenes; pero la mayor parte de esas em- presas están en Estados Unidos de Norte Améri- ca, aunque están creciendo las japonesas y chinas; se calcula que el 85% de los bienes y servicios que se producen en el mundo son generados por 650 empresas multinacionales, aunque en realidad los cálculos difieren; es decir, no hay un acuer- do, pero hay muchas empresas que son ramales de las grandes transnacionales, lo que nos dice es que de 4,000 a 7,000 personas dominan la riqueza del mundo, que tienen un poder gigantesco, y son ellos quienes realizan los megaproyectos. ¿Pero qué es eso de los megaproyectos? según los sociólogos estadounidenses, si un proyecto se pasa más allá de un millón de dólares ya es un megaproyecto; no obstante, el problema no es solo cuantitativo. De hecho, ha habido megapro- yectos en la antigüedad, por ejemplo, las pirá- mides de Egipto, pero los actuales son procesos capitalistas que obedecen a la ley que ya apunta- ba Marx, donde a medida que el capitalismo se desarrolla se va generando una concentración mucho mayor de capitales y una centralización de los mismos. Estas teorías se combatieron ale- gando que los sectores medios habían crecido enormemente; que existían los capitalistas por acciones, que hay una democratización de la em- presa. Sin embargo, si estudiamos a Slim o Azcá- rraga, entre otros, nos vamos a dar cuenta de que el capitalismo popular no existe, pues el control básico de estas empresas transnacionales lo tie- nen los poderosos.
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