Número 55

17 Nacional de Actores, al Sindicato de la Universi- dad Nacional, y claro que esto de los sindicatos suena especial; ya el señor Enrique Florescano decía: “los sindicatos solamente deben ocuparse de las cuestiones laborales y nada más”; es de- cir, “el hecho de que exista una delegación (sin- dical) como la que ustedes tienen, implica una contra agresión a la racionalidad: no se trata de un sindicato entonces, porque hablar de cuestio- nes académicas no es su papel”. Peor aún fue el Dr. Guillermo Bonfil, que cuando se mudó al CI- SINAH me decía: “Aquí la ventaja es que no hay sindicatos, porque el sindicalismo acostumbra a la gente a apoltronarse, a tener una plaza”. No obstante, lo que yo le planteé a Bonfil es que eso no era cuestión de tener una plaza de base, sino un problema de motivación, porque hay gente que tiene una base para toda la vida y de todas maneras son grandes trabajadores, y al final de cuentas, después hubo un sindicato en el CIESAS, el sucesor del CISINAH. Pero lo que queremos plantear es que los sindicatos son plu- rales, es decir, hay de chile y de manteca: hay gente desarrapada, hay sabios, hay ignorantes, hay aspirantes a astronautas, hay gente que les gusta el vendaval sin rumbo para alcanzarlo con la matancera, hay de todo. En ese sentido, hablamos de “nosotros”, de “nuestra agenda”, y nos acostumbramos a usar ese pronombre, “Nosotros, el Sindicato Nacional de Profesores Investigadores”; lo que pasa es que ayer Rafael Sandoval mencionaba a un tal Schön- dube, y de esos se dan a pasto, hay que recordar que Angulo tenía la decencia de decir que él no es sindicalista, pero en nuestro sindicato tenemos el peso muerto de la gente que alguien llamó apá- tica ayer, pero también rivales; como este sindi- cato tiene un trayectoria, resulta que estas alima- ñas nunca se atreven a hablar mal del sindicato porque gozan de los beneficios del mismo, pero aunque no hablan mal del sindicato lo combaten con su práctica; por ejemplo, esos Schöndube, no veo a ni uno de ellos aquí, muchos son aviadores; me decía una compañera de la División de Estu- dios Históricos que hay ocho investigadores que nunca ha visto, y cualquiera de nosotros conoce a estos personajes en los Centros INAH: muchos son aviadores y gozan de una cercanía a las autori- dades; esos son pesos muertos. Pero un sindicato puede plantearse la defensa del Patrimonio Cultu- ral como lo hace nuestro sindicato, y generalmen- te lo hace bien y con espíritu. Sin embargo, el problema de la defensa cul- tural, de la cultura nacional, de la diversidad de culturas que hay en México, es que es un pro- blema político; es decir, sólo aquellos hombres y mujeres que realmente tengan la convicción profunda de defender el patrimonio cultural, los que estén dispuestos a crear una práctica trans- formadora, pueden hacer una transformación política, porque lo político es subir a la escala del poder, generar ámbitos de decisión que nos permitan la defensa del patrimonio cultural. Pero el problema es que estamos muy ayunos y debajo de esas cimas; el problema es que no tene- mos cultura mediática, es que cuando uno prende el radio o la televisión aparecen todos esos estú- pidos de Televisa y Tv Azteca, y te das cuenta de que la cultura nacional no es algo que les preo- cupe, no es algo que les quite el sueño, porque tratan de imponer una cultura enajenada que no sea creativa para el pueblo mexicano; y precisa- mente es el pueblo quien tiene que defender la di- versidad cultural y el patrimonio cultural, enten- diendo que éste último tiene además un contexto histórico, pues México es un país rico en cultura. Ahora bien, estamos en una encrucijada; decía un anticlerical amigo de Juárez, Ignacio Manuel Altamirano: “si se pierde el culto a la virgen de Guadalupe, no quedará nada, ni un recuerdo de México”. Y eso pasa con la diversidad cultural: si acabamos con ella no quedará ni una remem- branza, seremos un San Antonio de cuarta, allá en Texas, y México se habrá acabado. De manera que en este planeta se pretende que todos seamos desterrados, y ¿qué es eso de deste- rrar? García Canclini habla de desterritorialización, en el sentido de que la identidad no es que nazca en el suelo que pisamos: es el internet, los teléfonos móviles, es decir, a través de las comunicaciones es que éstos medios nos han creado una identidad más fuerte que aquella del lugar en que nacemos, don-

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