Número 55

15 ta a las poblaciones más vulnerables del planeta. Pobre mundo que queda desierto de la inocencia de la infancia. Es la aceleración del tiempo en la historia, en el trabajo, y en la vida cotidiana. Es el riesgo; otrosí, el surfear en la cresta de las olas (Bauman y Baricco) pasándola lo mejor posible; en suma, como nos dijo Anders hace más de se- tenta años, es propiciando la “descolocación” del sujeto. Tal es el estado actual del hombre. No he olvidado el corporativismo que tiende a unir capitales para hacer más ricos a los ricos y más pobres a los pobres; tampoco olvido el odio ha- cia el “otro”, el racismo, la discriminación ni la forma con que cada quien consigue el pan nues- tro de cada día. Tampoco olvido la corrupción, ni la venta de los bienes nacionales y del terri- torio, ni la desinformación debida a la carencia de libertad de expresión y las tantísimas muertes de periodistas. Y algo más que no olvido, el que estamos “en la sociedad del miedo”. El terror se viene configurando desde que Felipe Calderón reactivó la guerra civil en nuestro país. La socie- dad, ni duda cabe, siente temor del ejército y la marina y todos sabemos por qué. Tampoco olvi- do a los padres de los chicos de Ayotzinapa, ni a los de la Guardería ABC, ni la muerte de tantas mujeres, ni la de los jóvenes y menos la de dos alumnos de la ENAH desaparecidos en el metro y asesinados por la policía. No abundo más porque es innecesario y porque los escuchas advertirán que a estas alturas, habré olvidado otras carac- terísticas de la postmodernidad y porque hasta resulta de mal gusto hablar más de este tema. V. El derrumbe del INAH ¿Que el INAH se ha colapsado? — En efecto, lamentablemente sí. ¿Y la ENAH?, también. En primer lugar y de manera general, porque la situación actual gol- pea, y tira todo, cual huracán de intensidad 5. Es decir, que el INAH es un fractal de la postmo- dernidad. — Profesora, pero dígame, por favor, ¿es posi- ble reestructurarlo? — Es imposible que vuelva a ser como fue en el pasado, porque según la teoría de sistemas, las condiciones iniciales jamás se repiten y el sis- tema actual ya está en grado de entropía. La in- certidumbre acerca de lo que viene está siempre presente en todas nuestras vidas y también en este caso. Pero, dada la complejidad de los fenó- menos, quizá el sistema vuelva a adquirir condi- ciones y bucles que lo favorezcan para ser una nueva Institución y que vuelva –como en el pa- sado, eso sí– a alcanzar su estado de homeostasis o equilibrio. — ¿Y usted, qué esperaría del nuevo INAH? — Mire usted, mis sueños, porque ya estoy vieja … — No, por favor no diga eso, usted es de la tercera edad pero se ve muy fuerte… — Mire usted, no me chamaquee, soy de la cuarta y sin eufemismos, por favor. Pero conti- nuemos. Mire, me gustan más los hombres justos que los hombres sabios (sin que desdeñe a los sabios, por supuesto). Pienso que en el INAH y en la ENAH se tiene que propiciar el sentido y un espíritu de comunalidad. Otra cosa más, considera que la pobreza no se puede adminis- trar, porque con los actuales presupuestos no se puede dirigir una institución como el INAH. Claro que para ello, la nueva institución, mejor dicho su nueva dirección debe ser menos sumi- sa a las dictaduras de Hacienda y especialmente a la dictadura que ejercen todos los administra- dores. Sin presupuesto no se hace una institu- ción. Para consolidar al INAH es indispensable una dirección donde su titular sea una persona justa y respetuosa con sus trabajadores y que no se vaya con la finta, creyendo en los pueblos mágicos… pero mire usted, ¿para qué le digo lo que debe ser, si toda persona ya es como es?... bueno, perdone, creo que este pensamiento lo voy a mandar al éter y le ruego que cancelemos esta entrevista, ya que muchos de mis compañe- ros participarán con temas que tienen que ver con su experiencia directa y por lo tanto hay que escucharlos. — Profesora, ¿y entonces qué va a hacer? — Pues si te digo la verdad, me voy con mi bastón, a buscar mi Rosa de los Vientos que dejé olvidada allá, en la esquina del tiempo.

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