Número 53

32 blico se sienta, mueven los aficionados la cabe- za en señal de desaprobación, unos han decidido abandonar el recinto. No obstante, el sonido lo- cal, también cansado, se dispone a anunciar los últimos nombres, pues siguen los jugadores por la gubernatura y se escucha: “Con el número seis, por Morena y amigos, Cuauhtémoc Blanco Bravo”, y entonces de la nada, el público salta de sus luga- res, lo que parecía un estadio muerto se esfumó, llegó un jugador que genera emociones; su trayec- toria oficial está cubierta de glorias, sus jugadas y su elegante trato al balón lo denotan. Pero todo lo bueno no es para siempre, la carrera de este elemento ha decaído, el público recuerda su andar por dos equipos en los últimos años, desde su fi- chaje con el Partido Social Demócrata (PSD) y su tropezado campeonato municipal en Cuernavaca en el 2015, hasta las peleas que en el vestidor lo llevaron a salir del equipo y a rumorar el jugoso contrato con el que llegó a reforzar el PSD. En el historial de Blanco Bravo se destaca su negociado traspaso al Partido Encuentro Social (PES), mismo que en alianza con Morena y PT, designaron para que luche por el campeonato gubernamental en Morelos. La afición conoce la técnica futbolera de Cuauhtémoc, pero sabe que eso no basta para ganar; es necesario, dicen: “saber sus intenciones, quién lo dirige y por qué quiere coronarse campeón”, y si tal vez es fácil manejar el balón con los pies, lo difícil es conec- tar y entrar en sincronía con la cabeza y hacer las jugadas maestras que el público espera, y jus- to por esa razón todos se preguntan si este juga- dor es el indicado. Este partido se pone mejor, o peor, los espec- tadores impacientes esperan los siguientes ele- mentos de la contienda, cuando de nuevo los al- tavoces anuncian “salta al terreno de juego con el número siete Alejandro Vera, el turquesa”, Vera se acerca al animador del encuentro y le pide corroborar su alias, porque es parte esencial de la jugada, y menciona: “soy el (ex)Rector”. Pero bueno, el público lo percibe como un con- tendiente más por el campeonato, y es el mismo personaje que comandó la Universidad Autóno- ma del Estado de Morelos. De pronto, desde la tribuna le gritan “no que no…”, todos voltean y asienten con la cabeza, recuerdan las reiteradas declaraciones de este jugador en un programa deportivo, cuando el conductor le preguntaba: “Por último, ¿usted quiere ser gobernador?”; el ahora jugador Ale- jandro Vera, respondía: “no, en lo absoluto, no quiero administrar el infierno ni robarle su ne- gocio manchado de sangre”, en alusión a los en- frentamientos que sostuvo con Graco Ramírez, gobernador de Morelos, y donde la universidad, académicos, alumnos y todo el personal carga- ron con el pleito de una u otra manera. Las últimas alineaciones se dejan escuchar en el estadio: “Con el número ocho Rodrigo Gayosso Cepeda, el amarillo”… el graderío no presta ma- yor atención, pues saben que este elemento signi- fica la continuación de un proceso desastroso, el de su padrastro Graco Ramírez, que tiene sumido a Morelos en la inseguridad y las desigualdades sociales que hacen efecto en nuestro andar. Este escenario es incierto y descarado; la corrupción, la burocracia y el cinismo que acompañan a este jugador y su equipo son más que evidentes: deu- das históricas para el estado; la creación de una policía alejada de las comunidades, es decir, un Mando Único que en teoría brinda seguridad pero que en la práctica opera como una verda- dera mafia; el atropello contra los campesinos y comunidades del oriente con la Termoeléctrica, su Acueducto y su Gasoducto. Además de esto, las consecuencias del sismo del pasado 19 de septiembre resaltaron la soberbia con la que ellos actúan, haciendo de la tragedia un espacio polí- tico para el saqueo, la burla, el espectáculo y el endeudamiento mayor para Morelos. En el estadio la afición ya está cansada y no sabe qué más esperar, cuando el último elemento que ingresa al terreno de juego es anunciado, “el tricolor Jorge Meade Ocaranza, con el número 9”, quien pasa desapercibido, y su trayectoria, si bien es amplia, es más de lo mismo. Para este ju- gador también hay gritos de desprecio, le recuer- dan su reacción al cuestionarle su opinión sobre qué era lo que le evocaba una imagen fuerte para nuestro estado:

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