Número 53

14 con una justicia tan corroída, que se negó a ver que no todoas tenemos las mismas posibilidades, que no todoas tenemos acceso a internet, que no to- doas tenemos celulares, mucho menos celulares in- teligentes. Un sistema electoral que se negó a ver la desigualdad en la recolección de firmas, mientras aceptaba firmas falsas que llegaban con capitales. Si nos hemos percatado del poder que tienen las emociones en las decisiones de las personas, y de que las grandes compañías publicitarias han sabido manejar el miedo y enojo como puntas de lanza para hacer campañas, habría que reconocer el contrapoder positivo que representa el gozo y la alegría de encontrarse y vincularse política- mente para construir el mundo que merecemos. Esta propuesta representa el compromiso po- lítico de asumir la sociedad como nuestra, de imaginar maneras de ser con los otros y de buscar realizarlas, instituirlas. Con la única “garantía” del reconocimiento de nuestras propias capaci- dades creativas sustentando nuestros compro- misos elegidos. De ahí todo su potencial, por ser una manera de relacionarnos apropiándonos de la responsabilidad que tenemos en nuestros asuntos compartidos. Los rostros de estos revitalizados esfuerzos nos demandan crear nuevas maneras de ser con los otros desde nuestras trincheras. Representan una muestra de que siempre es posible crear, incluso en este contexto, con estas instituciones y en estas estructuras. Representan una invitación a compro- meternos con la institución de nuestra sociedad, a ir reemplazando desde nuestros frentes elegidos. El dramático llamado a las urnas Después de la desinformación, de la falsa infor- mación, del exceso de publicidad, de las descali- ficaciones, de los esfuerzos brillantes de algunos independientes, el llamado de la democracia si- gue siendo ir a votar. Desde pequeña me sorprendía la contradic- ción cultural de nunca permitirnos decidir nada y de repente soltarnos la bomba con temporiza- dor de elegir quién nos gobierne “y ya”. No sé cómo se toma esa decisión, y tampoco me siento prescriptiva o con la calidad moral para decirle a la gente lo que debe hacer; que cada quien haga lo que pueda, sí, pero todo lo que pueda . Es un tanto ilusorio esperar más de la demo- cracia, el sistema de gobierno en el que la mitad más uno puede elegir matar al resto, lo cual sería legal. Legalidad no es sinónimo de bondad, ni de decencia, pero creo que eso ya lo sabemos. ¿Qué podemos esperar de una cultura que nos ha impuesto la meritocracia, la individualidad, el egoísmo y el desapego? Pues simplemente se es- pera que un montón de gente salga a votar con la decisión puesta exclusivamente en sí mismos y sin ver más allá de sus narices. Pero cultura no es destino, porque también está el otro lado que comienza a gestarse: ¿Qué tal si valoramos los vínculos, los apoyos y los cariños que han procurado nuestra vida hasta ahora? ¿Qué tal si rompemos las barreras entre lo pú- blico y lo privado, entre la ética y la estética, en- tre lo racional y lo emocional? ¿Qué tal si asumimos con gozo alguna de las opciones que veamos o inventemos, qué tal si la suscribimos, qué tal si no queremos ganar, ni probar inteligencia, ni dotes de profetas? ¿Qué tal si esta vez buscamos algo que poda- mos compartir, qué tal si nos involucramos, si reemplazamos desde nuestras trincheras, qué tal si pedimos que lo hagan mejor haciéndolo mejor nosotros como ciudadanos? ¿Qué tal si intentamos estar a la altura de nuestros jóvenes, de nuestros niños y del mundo que nos merecemos, que no es locura, ni utopía, sino justicia? ... los niños convertidos en descalificadores enojados y los intelectuales descalificando y colonizando, y así hasta julio...

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