Número 51

7 Introducción P ara los pensadores críticos, las per- sonas de praxis revolucionaria, y para el pueblo trabajador organiza- do, este año llegó pletórico de sím- bolos al colocar una vez más los íco- nos de la transformación social: se cumplen 150 años de la publicación en alemán del Libro I de El capital , de Karl Marx; se conmemoran 100 años de la revolución socialista rusa; de los 80 años de la muerte de Antonio Gramsci y los 50 años del asesinato en Bolivia de Ernesto el Che Guevara. En mi caso, a manera de reflexión sobre las conmemoraciones de este año, preparé una po- nencia que fue presentada el marco del coloquio “Ángel Palerm: un siglo después”, que se llevó a cabo el pasado 13 de noviembre en la Universi- dad Iberoamericana para celebrar los 100 años del natalicio de quien fuera el fundador de su de- partamento de Antropología social, el anarcosin- dicalista y comunista español Ángel Palerm Vich (Ibiza, 1917 - México, 1980), ponencia de la cual ahora presento a manera de artículo la primera de las dos partes que le integran. Muchos otros colegas han de conocer mejor que yo la biografía e itinerario intelectual de Pa- lerm, por lo que en esta ocasión me limitaré a señalar únicamente uno de los aportes episte- mológicos que hiciera Palerm en la antropología social desde su posición como pensador dialéc- tico, al desarrollar el evolucionismo multilineal aprendido de Julian Steward (ecología cultural) y Vere Gordon Childe (arqueología), siguiendo las tesis sobre el Estado propuestas por Karl Au- gust Wittfogel (sociedades hidráulicas). 1 Estudiante del doctorado en el programa de postgrado en Antropología social de la Universidad Iberoamericana, Ciudad de México, con una trayec- toria profesional de 10 años como perito antropólogo para el INAH (2006- 2016) e integrante del Grupo de Trabajo “Fronteras, regionalización y glo- balización”, del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO). Me refiero al señalamiento enfático que él hizo respecto al principio científico marxiano que concatena la teoría, la realidad social y la praxis científica, sintetizados en la siguiente cita (Palerm, 1976: 10): En último análisis, conviene insistir en que la función decisiva de la teoría consiste en gene- rar nuevas investigaciones, que a su vez contri- buirán a modificar la teoría, manteniendo así la constante y necesaria relación dialéctica entre la elaboración teórica y la praxis de la investiga- ción. En este movimiento incesante entre la teo- ría y la realidad se funda el progreso científico. En ese orden de ideas, cabe recordar que el trabajo epistemológico de Marx distingue entre los procedimientos de investigación y los de ex- posición; en este sentido, la dialéctica materia- lista de Marx recurre durante la investigación a la espiral de lo concreto conocido, lo abstracto por conocer/conocido y lo concreto pensado que se reformula como aquello conocido/por co- nocer que profundiza y detalla el saber respecto a aquello investigado, y se desenvuelve a mayor multiplicidad en su relación permanente con la realidad social (de la Garza, 1983: 11-15). En eso, la totalidad concreta y complejizada por la participación que en ella tenemos las perso- nas, se representa como una síntesis de múltiples determinaciones que, concatenadas en un sinnú- mero de situaciones coyunturales o estructurales situadas en un momento y lugar singulares, de- sarrolla tendencias en las que ciertas determina- ciones, y no otras, otorgan especificidad o matiz a la mediación integral o “con dominante” en el ámbito de las relaciones sociales de producción. A grandes rasgos, esto es a lo que desde la dialéctica materialista marxiana se puede tomar como el proceso de producción del conocimien-

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