Número 51
49 No es nostalgia respecto al duro trabajo del estibador. Embarque de mercancía con grúa en el puerto de Veracruz. Agustín Casasola, ca. 1960. Fuente: http://www.mediateca.inah.gob.mx/islandora_74/islando- ra/object/fotografia:103047/datastream/TN/view La marinería a nivel mundial, en buena pro- porción filipina, en muchas líneas navieras ya agrupadas en grandes consorcios, trabaja bajo contratos de nueve meses y luego queda desem- pleada y sin ingresos por otros cuatro, para re- incorporarse una vez transcurridos a su puesto laboral si así lo decide la empresa, reiniciando así un nuevo ciclo de nueve meses. En esa escala para muchos invisible, el ma- rinero se ajusta hoy a contratos sin estabilidad ni posibilidades de agrupación sindical efectiva, como sucede con muchos trabajadores académi- cos jóvenes en nuestro país. Y si bien su sueldo una vez embarcados puede duplicar los ingresos que pudiesen tener en su propio país, la preca- riedad no se resuelve. Dominan los portacontenedores y los tiempos de atraque se han reducido tanto, de días a ho- ras, que a menudo no tiene sentido alguno bajar a tierra en instalaciones especializadas lejanas de las ciudades portuarias. Las redes y relacio- nes sociales antes significativas de la marinería y de la oficialidad en los puertos carecen ahora de condiciones básicas no sólo para persistir, sino para establecerse. Hay marinos que aducen, sin embargo, que el no bajar a tierra les permite aho- rrar dinero: los marineros llegaban a la vejez sin pensión y sin ahorros y, por ejemplo, el gobierno filipino, bajo el cometido de garantizar ingresos de divisas al país, obliga a los marineros a una figura contractual que destina por fuerza el 80% de su salario a la familia del contratado. Las em-
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