Número 51
24 Pareciera que los exilios de las tres últimas décadas hubiesen consumido nuestras energías, dejándole muy poca visibilidad a los exilios pre- vios. Decimos exilios en plural aún para signar los casos nacionales independientemente de sus rangos de complejidad y contradicción. En lo ge- neral, la historia de los exilios puede ser vista como una sucesión de desbordes autoritarios, que se potencia y afirma coyunturalmente al rit- mo de las problemáticas nacionales y regionales, así como de las crisis y las diversas tramas de las guerras internas o de las libradas entre países vecinos. La figura de las dictaduras militares ha sido sobredimensionada en la explicación de los exilios latinoamericanos, ya que tendríamos que acotarla, para no olvidarnos de aquellos gobier- nos civiles autoritarios generadores de exilios y destierros. Los sujetos en condición exilar desde el punto de vista de su composición social, son fundamentalmente urbanos, perteneciendo en su gran mayoría a los sectores políticos e intelec- tuales de la pequeña burguesía. Desde el punto de vista generacional el exilio muestra diversas pertenencias, aunque son los jóvenes los más ac- tivos. Quedan pendiente el esclarecimiento de los itinerarios y modos de vida en el exilio, de los dirigentes obreros, campesinos e indígenas. Los países latinoamericanos se han movido en sus ya casi dos siglos de vida republicana, entre la expulsión y la recepción. México por ejemplo, pese a su imagen fuerte de país refugio en nuestro continente, generó sus propios ciclos de exilios, antes, durante y después de la Revolución mexi- cana. La recepción de los exilios latinoamericanos de los años setenta, ha sido agudamente reseñada por Pablo Yankelevich. 4 Países que de manera re- currente han practicado la exclusión y expulsión de disidentes, adversarios o enemigos políticos del régimen de gobierno, asumieron en ciertas coyun- turas, la función de países refugio. Los casos de Bo- livia, Perú, Guatemala y Haití son elocuentes. Nos falta precisar cuáles han sido los prin- cipales polos de recepción de los exilios tanto para el siglo XIX como para el XX. Algunos de ellos relevantes para los agitados y excluyentes escenarios subrregionales. Acompañaron a los países receptores de exilios, los países que sólo se comprometieron a servir de corredores tem- porales de los flujos de exiliados o refugiados. Del lado de los exiliados, el asunto de la elección del país refugio no siempre dependió de su vo- luntad, contaron también otros condicionantes políticos, culturales, económicos, de comunica- ción y transporte. 5 Y del otro lado, hay que tener 4 «El horizonte legal donde quedaron comprendidos los exiliados resulta un buen indicador de una conducta teñida de generoso humanitarismo, pero también de una significativa cuota de discrecionalidad. Sucede que no todos los exiliados fueron asilados políticos; una buena cantidad de ellos llegó por sus propios medios, y esta circunstancia, aunada al hecho de que México aún no reconocía la categoría de “refugiado”, colocó a millares de personas frente a una política migratoria marcadamente restrictiva». (Yankelevich, 2002: 12). 5 Loreto Rebolledo exagera en el caso chileno cuando afirma que: “Un elemento común y que atraviesa las experiencias de todos los exiliados es la imposibilidad de elegir el país de destino –dada la urgencia de la partida- y, en general, el desconocimiento casi absoluto que se tiene sobre muchas de estas naciones. Incluso para los autoexiliados la posibilidad de elección
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