Número 51

14 Dicha afirmación mantuvo su vigencia en Ru- sia durante las primeras décadas del siglo XX, tal fue el acierto de Marx que la alianza entre las fuerzas vivas del campo y las ciudades fue una de las condiciones fundamentales que posibilitaron la revolución de octubre en aquel país (1917). Sin embargo, lo que quiero destacar aquí es que el acierto de Marx se debió al análisis dialéctico que llevó a cabo respecto a las fuerzas sociales y su relación con las condiciones materiales de vida en aquella sociedad, en ese momento y en ese lugar en específico. Y es desde ese tipo de análisis que podemos preguntarnos si es posible, entonces, que reivindiquemos dicha afirmación para el caso de América Latina y el Caribe en el contexto de la fase transnacional del modo capi- talista de producción. Durante las primeras décadas del siglo pasado, Mariátegui apoyado en los escritos etnológicos de Castro Pozo sostuvo que para Nuestra Améri- ca, como la llamó José Martí, el socialismo como orden civilizatorio continental tenía en la comu- nidad indígena su contenido cultural, sin embar- go, dicho contenido estaba atado a la dominación económica que sobre ella imponía la relación co- lonial mestizocrática y criolla. Para Mariátegui el problema del indio era el problema de la tierra. En ello se había posicionado la mediación inte- gral de las relaciones sociales de producción. Así entendido, el coloniaje era la praxis social que otorgaba especificidad a la mediación integral e impedía que el análisis de la realidad concreta, aplicado en el contexto de las sociedades nacio- nales en las que el capitalismo monopólico se había consolidado como totalidad, ofreciera las mismas posibilidades de interpretación respecto al sujeto revolucionario susceptible de participar como el director de la transformación radical de su realidad inmediata, lo que llevó a Mariátegui a sostener que (Mariátegui, 1979: 73): […] la primera defensa organiza y documentada de la ‘comunidad’ indígena [ Ayllu ] tenía que ins- pirarse en el pensamiento socialista y reposar en un estudio concreto de su naturaleza, efectuado conforme a los métodos de investigación de la sociología y la economía modernas […] Castro Pozo, no solo nos descubre que la ‘comunidad’ indígena, malgrado los ataques del formalismo liberal […] es todavía un organismo viviente, sino que, a pesar del medio hostil dentro del cual vegeta sofocada y deformada, manifiesta espontáneamente evidentes posibilidades de evolución y desarrollo. Y continúa Mariátegui (1979: 75): Por eso, en las aldeas indígenas donde se agru- pan familias entre las cuales se han extinguido los vínculos del patrimonio y del trabajo comunita- rios, subsisten aún, robustos y tenaces, hábitos de cooperación y solidaridad que son la expresión empírica de un espíritu [cultura] comunista. La ‘comunidad’ corresponde a este espíritu [a esta cultura]. Es su órgano. Cuando la expropiación y el reparto parecen liquidar la ‘comunidad’, el so- cialismo indígena encuentra siempre el medio de rehacerla, mantenerla o subrogarla. Mientras eso se pensaba entre los socialistas del Perú de las primeras décadas del siglo XX, en franca oposición a lo que se pensaba en el México “socialista” de Cárdenas, quien siguiendo a Vas- concelos planteó que “[…] el problema de México no era el indio, sino mexicanizar al indio”; en Ru- sia, Lenin debatía con Chayanov y Rosa Luxem- burgo, sobre el problema agrario, la acumulación originaria permanente y los regímenes coloniales. Luego Stalin vino a “liquidar” el debate, y las te- sis de estos tres últimos migraron a los países de capitalismo dependiente donde fueron asumidas por pensadores dialécticos como Palerm, Gonzá- lez Casanova, Stavenhagen, Bartra, Warman y así consecutivamente otros más. Ya entrada la segunda mitad del siglo XX, el tema del campesinado subordinó a “lo indígena” en toda América y, con ello, el énfasis fue coloca- do en el proceso de integración económica regio- nal (Bambirra, 1974), la proletarización (Bartra, 1974) y el colonialismo interno (González Casa- nova, 1972; Stavenhagen, 1981) en el marco de las sociedades nacionales vía la consolidación de la fase del capitalismo industrial monopólico, en el que las burguesías y terratenientes locales se

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