Número 50

76 testimonio de un anciano de que no había agua, mucho menos caliente, y era el tren, es decir, los obreros del tren, el que surtía del líquido a lo que fue un poblado de taladores (un guiño a Carbón para Mike , de B. Brecht). Y vemos que pasa también en otros puntos del país. Más películas viejas y fotos que se deslizan por la pantalla ilustran que las vías férreas no sólo transportaron personas y mercancías sino asimismo vida, organización y solidaridad. Sin embargo, el viaje del documental en busca del Salvador de ayer va encontrando en el México de ahora, a cada paso, ruinas. El equi- po de documentalistas logra capturar escenas de los vagones de segunda pletóricos de viajantes de todas la edades, al agente de publicaciones pre- gonando sus refrescos y revistas, los músicos entonando sonoros corridos en medio del mínimo pasillo atestado de pasajeros; pero en la mayor parte del recorrido apenas se hallan rastros de aquello que se plasma en los frag- mentos de tantos filmes mexicanos de argumento y de noticieros incluidos en el documental, que escenifican la vida en las estaciones, la revolución, el interior de los carros de pasajeros, las grandes nubes de vapor blanquísimo y el ruidero de la máquina, bielas, maquinistas, ruedas, gritos, “!Váaaamo- nos!”, la máquina atravesando la llanura a toda velocidad jalando su sierpe mecánica. ¿Qué más desapareció junto con el tren? «Un buen documental estimula el diálogo acerca de su tema, no de sí mismo.» Éste podría ser el lema de más de un documentalis - ta, pero pasa por alto lo cruciales que son la retórica y la forma a la hora de alcanzar este objetivo. A pesar de un lema semejante, los documentales plantean una amplia gama de cuestiones histo- riográficas, legales, filosóficas, éticas, políticas y estéticas. Bill Nichols

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