Número 50
73 E l viaje comienza en Cima, Distrito Federal, hoy Ciudad México, un sitio realmente situado en la cima del Ajusco, 3,100 metros sobre el nivel del mar; con mayor precisión, en un inmovilizado carro de ferrocarril que está en esa cúspide. Adentro está Salvador Núñez, el nómada del título. Liga- do al ferrocarril desde su niñez –sus padres laboraron en ese ramo industrial, su mamá como maestra de las cuadrillas y su padrastro como supervisor de obras–, en su juventud se integra a los ferrocarriles como trabajador en diver- sos puestos hasta su jubilación como jefe de estación. Son entonces los ferroca- rriles la columna vertebral de la vida de Salvador y del documental. Un epígrafe nos ubica de manera precisa y lírica en el tono de la obra, la sugerente línea de Machado “Hoy es siempre todavía”; a continuación, vistas a ras de suelo de rieles casi cubiertos por zacate crecido / un par de carros de tren aparentemen- te aislados del mundo / el interior de uno de esos carros / el picoteo metálico que después se sabrá que es el anacrónico sonido del telégra- fo / la voz de la directora indica que estoy viendo un documental sobre una persona que ella considera tan interesante como para hacer un re- lato fílmico de su vida. Ahí termina el epígrafe, y la voz de Roca no vol- verá a ser oída en la narración; de ahí en adelante las voces son las de los testimoniantes, sean a cuadro o como narración. Una vida errante que va donde la vía férrea la conduzca. En breves instantes Salvador Núñez se hará cargo. Pronto se entiende por qué captó la atención de la realizadora. Vivaz, elocuente, ordenado, em- prendedor, ingenioso, enamoradizo, bohemio, memorioso, hombre de industria, de familia y de sindicato, Salvador deviene ante nuestros ojos y oídos la prueba de una actividad industrial que en torno suyo creó una cultura. Se establece una trama que organiza el discurrir del docu- mental: una historia de vida que comprende lo personal y lo grupal (la cultura obrera de los trabajado-
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