Número 48
50 entonces el calor secaría el rocío de las plantas y eso no debe suceder, porque ahí se concentra parte del remedio. Me comentó que se deben escoger solo lo pétalos, la mayoría de los cuales eran de color amarillo. Haciendo memoria de las plantas que llevaba, reconocí algunas entre ellas: Ramilla ( Ranunculus giganteus ), Chupasangre ( Oenothera rosea ), Retama ( Spartium junceum ), Mutuy o tanquish ( Semna birostris ), Muña ( Minthostachys mollis ), Marco o mallco ( Ambrosia arborescens ), Culén ( Psoralia glandulosa ), Eucalipto ( Eucalyptus globulus ), Verbena ( Verbena officinalis ), Ishana ( Lactuca virosa ), Chilca ( Baccharis salicifolia ), Mar- maquilla (Aristigieta sp), Huamanripa ( Senecio tephrosioides ), Chamico ( Datura stramonium ), ruda –hembra o macho- ( Ruta graveolens), Aliso ( Alnus glutinosa ), Molle ( Schinus molle ), Santa María ( Tanacetum par- thenium ) (Ferreira, 1986), entre otras plantas más que no recuerdo. Entonces, colocó las plantas en una olla y las calentó sin agua, al tiempo que las rociaba con aguardiente, aguas de botica, orines de niño (llevaba en un botellita), los puso luego en una tela y me dijo “aguanta lo más caliente posible” y me la colocó en la parte afectada, inmediata- mente me cubrió con un periódico, me tapó con cobijas, dejó el emplasto de flores y hojas tiernas de plantas, hasta que éste empezó a emitir un olor fuerte, los retiró, después volvió a hacer el mismo procedimiento hasta tres veces; todo ocurrió en un par de horas aproximadamente, y en ese momento me dijo que los restos con los que había hecho el emplasto, debían depositarse “lejos” en el cruce de dos caminos. Después me advirtió que no podría levantarme durante las dos o tres horas siguientes, pues este procedimiento es muy cálido y era contra- producente, así es que esperamos, pero he de decir que cuando terminó de colocarme esas cataplasmas, sentí mi parte lastimada como si me hu- bieran puesto algo caliente, penetrante en todos mis poros y sentía una sensación mentolada, agradable, muy fresca y de mucho alivio. Al cabo de unas cuantas horas, me incorporé de la cama, no había do- lor, caminé sin problema, era casi mágico, y desde entonces, hace ya quin- ce años, no he vuelto a padecer de ese mal ni de ese dolor, ¡es en serio!, pensé que el dolor tan intenso se iría paulatinamente, ¡pero no!, el dolor Ilustración 14. Paraje típico del Valle del Mantaro (Chu- paca), nótense las retamas. (Foto: Vladimir López) Ilustración 15. Panorámica de una parte del Valle vista desde la margen izquierda, véase el verdor de sus cam- piñas. (Foto: Edwin Leiva)
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