Número 47
93 de mandíbula inferior, es de una mujer tarahumar de más de cincuenta años de edad. No es posible fijar la época á que corresponde el ejem- plar, debido a las circunstancias especiales en que se ha conservado. Sin embargo, las paredes craneanas contenían todavía alguna materia animal, pues eran un poco untuosas al tacto y despedían algún olor. Una rueca provista de un contrapeso de corteza de pino, que estaba entre los huesos, es indicio de que el cuerpo no había sido depositado recientemente, pues la variedad del contrapeso, hasta donde he podido observar, no se conoce entre los tarahumares de hoy. Es posible, pues, que el esqueleto sea precolombino. Entre los paganos de Pino Gordo, encontré en un curandero [se refiere a los Warúra Owirúami ] llamado Juan Ignacio el más hermoso tipo de tarahumar que he visto en mi vida. Aunque nunca había ido más allá de Guadalupe y Calvo, y sólo dos veces en su vida había estado en Baborigame, habiendo pasado toda su vida en las montañas y en el seno de su pueblo, mostraba un tacto y cortesía tales que hubieran agraciado á un caballero […] Mientras viví entre los gentiles, de los que aún quedarán unos tres mil, no abrigaba temor de que me despojasen de cosa alguna, porque los indios nada tocan y no había mestizos con ellos. Sin su adivino [nuevamente se refiere a los Warúra Owirúami ], el tara- humar se considera perdido en esta vida y en la otra, pues que en aquél se reúnen su sacerdote y su medico. Él practica todas las ceremonias y dirige cuantas danzas y fiestas son propicias para los dioses, y ade- cuadas para evitar el mal, encargándose personalmente de todos los cantos, oraciones y sacrificios […] Libra asímismo á éstos de brujerías, enfermedades y otros daños que les sobrevengan. Los paganos ó gentiles de las barrancas dicen que hay dos dioses, pero no diablo. Son aquellos el Padre Sol ( Nonorúgami ) y la Madre Luna ( Yerúgami ). El sol cuida á los hombres durante el día, razón por la cual no emprenden transacciones los tarahumares sino hasta que aquel se oculta. Hace también dormir a los animales. La luna vigila por la no- che, y es la deidad especial de las mujeres. Ayúdala en sus nocturnas vigilias su hijo el Lucero de la Mañana, quien manda a las demás estre- llas, porque son sus hijos, porque son tarahumares. Las estrellas avisan á sus hermanos de la tierra cuando entran ladrones en sus casas. Si los tarahumares tratan de afirmar algo solemnemente, dicen: `¡por los de arriba!´ es decir, por el Sol, la Luna y las Estrellas. Así atravesé de norte á sur la región en que antiguamente dominaron los tarahumares. Hoy encuentra uno á esta tribu, aproximadamente, entre Guadalupe y Calvo y Temosachic, ó sea en otros términos, entre los grados veintiséis y veintinueve de latitud norte. 30 30 (1986: 320-322, 408-410, 305, 290, 403).
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