Número 47

92 Como se lee en esta cita, los intentos que se habían llevado a cabo has- ta la fecha de 1943, por colonizar el ser de los integrantes de la comunidad asentada en Choréachi , no fructificaron más allá de la conversión religio- sa de algunos rarámuri habitantes de localidades aledañas. Mientras que Carl Lumholtz, 29 protoetnógrafo que surcó la misma región chihuahuense a finales del siglo XIX con la intención de recabar testimonio sobre las culturas más antiguas de esas tierras, comenta con detalle la rela- ción que encontró entre el carácter gentil de los r arámuri de Choréachi y su sistema de creencias y organización. Centra su atención en la condición per- sistente de creencias, mitos, rituales y figuras como las del adivino y el cu - randero, ajenas a todo contenido cultural propio de la condición judeo-cris- tiana de la religión católica. En ese orden de ideas, para Lumholtz el carácter de gentilidad de aquellos rarámuri es un rasgo precolombino que persiste, pero que se encuentra en riesgo de desaparecer debido al impacto que está generando la cada vez mayor expansión del modelo industrioso (sic) que al igual que en África y Asia desde aquel entonces implementa una política de asimilación de los grupos étnicos locales. A continuación se incluyen extrac- tos del testimonio que dejó para la posteridad nuestro autor: En 1894 me detuve unos quince días en un remoto lugar de la Sie- rra Madre, llamado Pino Gordo por los magníficos ocotes que hay allí [como se mencionó líneas antes en la traducción al idioma rarámuri quedará como Choréachi ]. La profunda barranca de San Carlos sepa- ra, por el norte, dicho distrito de la parte central de la región tarahu- mar, y ningunos mexicanos viven dentro de sus confines […] El individuo principal de la localidad [se refiere al Warúra Siríami ], que se había mostrado muy amigable, me enseñó una caverna sepul- cral. Habíale persuadido de que era mejor sacar los huesos que hubie- ra para guardarlos en una buena casa, que dejarlos en donde estaban `matando á las ovejas y enfermando á la gente.´ `¿Para qué los necesita U.?´ me preguntaba, y como al fin quedase satisfecho á este respecto, condújome un día á un arrollo selvático y fragoso, hacia cuyo arranque me apuntó con la mano. Indicándome así la situación de la cueva, me dejó en seguida. Me encaramé, como pude, por la cuesta de la estrecha garganta, acompañado de una de mis hombres y al llegar arriba halle la entrada de la gruta completamente cubierta de piedras adheridas con lodo. Contra dicho muro había además un montón de piedras apiladas. Encontré la cueva muy pequeña, y al revés de los exagerados informes de los indios, sólo contenía tres esqueletos sin enterrar, según la cos- tumbre dominante en la mayor parte de la región de los tarahumares, tendidos simplemente de espalda, en dirección de este á oeste, como si mirasen al sol poniente. Junto á ellos había algunas vasijas de barro toscamente fabricadas y del tipo común […] Dicho cráneo, que carece 29 LUMHOLTZ, Carl (1986 [1904]) El México desconocido, INI, México.

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