Número 47

ció trascender al documental y convertirse por derecho propio en otro testimonio de la investigación, en forma de LP analógi- co, disco compacto y hoy en edición virtual. Resulta interesante destacar que es también en los 1960 cuando la tecnología de registro sonoro –grabadoras portátiles de campo, micrófonos sensibles y cinta magnética de ¼ de pulgada– potencia la reco- pilación de músicas populares mexicanas con base en investiga- ciones antropológicas y permite su difusión a públicos amplios. Lo registrado de este documental forma parte (como se indica más arriba) de la segunda publicación de la incipiente colección discográfica Testimonio musical de México, del INAH (descarga en https://fonotecamex.wordpress.com/2013/07/28/02-danzas- de-la-conquista/), que se ha mantenido a lo largo de todas estas décadas. <?> Arturo Warman fue uno de los primeros investigadores que emprendió el registro etnomusicológico de las comunidades in- dígenas mexicanas; su obra, recopilada en el Fondo Fonográfico Arturo Warman Gryj, de la Fonoteca del INAH, es la espina dorsal de la primera etapa de esta dicha colección fonográfica. <?> rios sobre superproducciones europeas que avasallan derechos de pueblos indígenas (caso Fitzcarraldo), la función de los cine clubes e incluso una meticulosa cavilación sobre las implicacio- nes que tendría el TLC para las industrias culturales mexicanas; y los que con más detenimiento comentamos aquí, elaborados algunos conjuntamente con Alfonso Muñoz y Arturo Warman, que se refieren a las características del cine para favorecer la investigación antropológica y la difusión y divulgación de los co- nocimientos generados en el proceso de investigación, por una parte y, por otra, a propuestas metodológicas para realizar un cine documental “espontáneo”, “claro, directo y emotivo”. Un grupo particular de los documentos seleccionado por la doctora Güemes, quien fue muy cercana a este grupo de antro- 127

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