Número 46
69 lenguas. Por ejemplo, el salvajismo de los campesinos en las luchas, que no es peor que el de los ejércitos formales, no revelan la indianidad de los unos (pues en ambos son el mismo pueblo) sino, por el contrario, “tan no somos indios que actuamos como ustedes lo han hecho con nosotros”. En conclusión, no hay nadie que se reconozca como indio en México, tal vez sí en los Andes, o de algún modo orgulloso entre los amerindios de EEUU y Canadá, o entre los mapuches de Chile, pero en nuestro país, la carga emocio- nal del término, tanto para el que recibe el apelativo indio como el desprecio -o en el menos malo de los casos, el paternalismo ramplón- de quienes lo aplican, ha desdibujado su objeto al grado de que nadie puede hacer una definición conceptual válida de esta palabra, es decir, una definición que permitiera re - conocer a su objeto o reconocerse en ella. A lo más que llegamos, alguno, es a confesar: “mi abuela era una india de…tal localidad”, otros a decir: fui un indio…pero estudié y ya no lo soy”, otros más: “fulano era un indio y ahora es un político rico”. Pero ninguno atinaríamos a explicar por qué yo no soy o ya no soy, indio o india, y por qué otros/otras sí lo son. Lo indio no es, pues, un concepto que tenga un alto grado de abstracción de las características sustantivas del objeto. Tampoco es un gentilicio ni un indicador de pertenencia social o, y cultural. La indianidad, no es un adjetivo descriptivo, ni una calidad del ser. En cambio, pareciera que lo indio es una visión del otro, sobre sí mismo, de la que el sujeto puede escapar para convencer al otro de que no lo es. ¿Todos los mestizos mexicanos traemos un indio dentro que negamos ver- gonzantemente? ¿Constituimos una indianidad en distintos grados que va re- cayendo sobre cualquiera otro que sea considerado inferior a uno mismo por su lenguaje o acento no occidental, por sus maneras, hábitos alimentarios y vestuario diferentes de los propios, por una menor preparación profesional o por su actividad laboral enla industria, los servicios o en el campo? Es indio quien tiene rasgos oaxaqueños y piel morena si es rico o exitoso en cualquier profesión? ¿Es india una mujer morena de bellos rasgos cuyo cabello pintó de rubio y viste bien y caro? Sólo ha sido, en el intercambio de ideas con intelectuales e investigado- res del fenómeno indígena en México, que he encontrado opiniones sobre la bondad de ser un indio y reconocerse como tal. Sin embargo, el hecho de que todos mis encuestados se sientan ofendidos si los llaman indios, me parece su- ficiente para respetar su derecho humano a ser llamados como ellos se llaman a sí mismos, eliminando radicalmente de nuestro lenguaje un término ofensivo para cualquiera. O todos somos indios o no lo es ninguno que no se reconozca como tal. La investigación histórica, económica, social y cultural que partió del aná- lisis de un pueblo como Santiago Laxopa, nos permite afirmar que, si ahí no existen los indios, no los hay en ninguna otra parte de México. Yuriria Eugenia Iturriaga de la Fuente. Nacida en la Ciudad de Méxi - co. Antropóloga por la ENAH. Maestra en sociología egresada de la FLACSO. Maestra y doctorante en la EHESS de París. Investigadora independiente. Columnista del diario nacional La Jornada. yuriria.iturriaga@gmail.com
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