Número 46
68 ¿Lo indio sería pues un conjunto determinado de rasgos preponderantemente bio- lógicos? ¿Tal como se pueden definir los negros, los asiáticos o los sajones? No. Porque sin perder sus rasgos fenotípicos, una persona puede dejar de ser un indio a lo largo de su vida, de acuerdo con las propias palabras de los entrevistados. Y no sólo de los que grabé en Laxopa, varios de ellos mono - lingües, que por ese sólo hecho serían epónimos de lo indio para nosotros los mestizos urbanos, sino también las encuestas que he continuado hacien- do durante años, entre habitantes de Ciudad Nezahualcóyotl originarios de Laxopa y pueblos circundantes, entre vecinos de Coyoacán de clase media alta y vecinos de otras colonias de clase media baja, entre personal domés- tico proveniente de muchas partes de la República y con choferes de taxi en la Ciudad de México, Xalapa, Cuernavaca y Querétaro; entre cocineras y mayoras que participan en festivales organizados por el Museo de Culturas Populares y entre estudiantes de la ENAH y de otras universidades en el Es- tado de México…en fin. Pero cualquiera sea el origen y el nivel académico, la edad y el fenotipo de la persona entrevistada, el indio siempre era el otro y se le calificaba así por relacionarlo con actitudes infantiles o inmorales, por el fracaso total de una vida o la marginación atribuida a las propias fallas de la persona: pero nadie nunca se autodenominó indio o india en ninguna entrevista. Si acaso, algunos se autodefinieron como indígenas haciendo una diferencia básica entre ambos términos 19 Curiosamente, si bien ninguno de los encuestados se autodenominó indio, en cambio encontramos a otros, evidentemente mestizos o criollos o blancos de origen extranjero, que adoptan una posición intelectual reivindicativa de lo “indio”, lo que resulta tan artificial como si desde otros países decidieran llamarnos indios a todos los mexicanos, pretendiendo que con ello reconocen el prestigio de nuestra historia nacional. ¿Lo aceptaríamos por más buenas que fueran estas intenciones para redimirnos de la discriminación extranjera? 20 ¿Nos reconoceríamos todos los mexicanos en un apelativo impuesto por el eterno extranjero, incluido el que se haya entre nosotros? Imaginemos que los no mexicanos nos llamaran a los mexicanos “indios”, por nuestra variedad de rasgos y tonos de piel propios de nuestra multietnicidad, para distinguirnos de los compatriotas de origen europeo, asiático, judío o libanés, ¿nos reconoceríamos como indios? Ciertamente no. Porque lo indio quedó en nuestra memoria histórica vinculado a la victoria y colonización de los pueblos americanos, razón por la cual usamos este apelativo, desde la Inde- pendencia hasta el siglo XXI, para humillar individualmente o en conjunto al otro o a los otros, dando a significar con este nombre que es o son personas totalmente opuestas -no solamente diferentes- del que emite este calificativo y, por esta característica de oposición del enunciado mismo, que los indios son, necesariamente y desde todos puntos de vista, inferiores físicamente, intelectualmente, culturalmente, en sus capacidades, costumbres, creencias y 19 “Los indígenas son nuestros antepasados prehispánicos y por eso somos indíge- nas…” 20 Siguiendo una lógica similar a la que reivindicó a la minoría negra en EEUU, con el slogan de “black is beautiful” pero, sin tomar en cuenta que la negritud de la piel es una refe- rencia objetiva del sujeto, contrariamente a la indianidad que, al menos entre los mexicanos, es absolutamente subjetiva.
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