Número 46

56 donde los aymaras no sólo se muestran como agentes competitivos sino que tal práctica les ha permitido acceder a una cuota del capital comercial vía acumulación, hasta convertirse en una pequeña burguesía, al romper las barreras de la intermediación y convertirse en los intermediarios entre el mercado global y el mercado local. A partir de estos cambios, la imagen del sujeto indígena como pobre, rural, analfabeto, subordinado, sin capacidad de agencia, como condiciones naturales, se inestabilizó ante la presencia de un sujeto que fue accediendo a espacios, recursos y capitales (materiales, culturales, simbólicos) antes exclusivos de los considerados no-indios. Por ello, los sujetos afectados por el cambio y en su intento de fijar nuevamente los cuerpos en el lugar de la subordinación justifican la acción política de los indígenas de hoy −desde las protestas en las calles hasta su labor como autoridades políticas− como reacciones ante estímulos de ter - ceros (no-indios) que “manipulan a aquellos”, pues bajo una lógica racista, aún se piensa que la política y administración de la racionalidad política no constituye parte de “la naturaleza del indio”. En este marco de disputa es que es posible entender el debate en torno a qué tan indios o mestizos somos en Bolivia, que se presentó el 2012, esta incertidumbre sobre la identidad en Bolivia, no es sino una lucha entre elites (no indígenas o indígenas) por disputarse el control no solo del pro - ceso de acaparamiento de la riqueza nacional, sino de la constitución de las subjetividades internas. Fuente: http://periodicolarepublica.com.mx/wp-content/uploads/2014/11/Ind%C3%ADgenas.jpg

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