Número 46
53 aprendía a respetaba el lugar que le correspondía en el orden señorial he- redado. Por tanto, los atributos formulados en clave positiva, que hacen del indio de ayer un sujeto aceptable, están vinculados a un mantenimien- to del orden racialmente jerarquizado concebido como natural. Este orden en cuestión se representa bajo relaciones patrón-servidumbre. El primero manda, el segundo obedece, como un acto de sumisión que es leído como cualidad: “humilde”, “accesible”, “educado”, “trabajador pese a ser indio”. Esta relación se reproduce aún en contextos en los que se plantea una situa- ción de aparente igualdad. Este es el caso de la relación patrona-empleada doméstica donde, bajo el discurso de la igualdad, las mujeres mestizas de clase media enseñan a las segundas (casi siempre indígenas), a “ser gentes”, las sacan de su ignorancia, las educan, las alfabetizan, las enseñan buenos modales, para igualarlas al patrón cultural dominante. Esta igualación se convierte en concesión, y no en derecho, y en tan- to concesión permite mantener el orden establecido; así el empleo de la imagen estereotipada del indio como sumiso, humilde, conformista, tien- de a legitimar el orden de la desigualdad y las jerarquías no solo sociales sino raciales. La de indígena empleada doméstica “adiestrada” para servir la mesa y atender a la señora de la casa, a la clase mediera blanqueada blanqueada; o el sujeto indígena campesino labrador de la tierra para sí, que debe conformarse con lo que tiene. Lo que interesa en ambos casos es que los sujetos no sólo mantengan sino reconozcan como natural “su lugar “en el orden establecido. Fuente: http://static.animalpolitico.com/wp-content/uploads/2011/12/Prieto-Guero.jpg
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