Número 46
51 que esconían un prejuicio en contra de lo indígena, que se manifiesta en el prejuicio hacia las manifestiaciones culturales y la desaparición de las culturas indígenas (Stavenhagen, 1981: 22). Sin embargo, la vigencia de la falacia del mestizaje y, por tanto, de la persistencia del racismo, no es el mismo de hace 60 años. Las prácticas, discursos y relaciones racistas han sufrido modificaciones. Tal situación se explica por cambios societales de tipo estructural que, a su vez, explican los procesos relativos de reacomodo de las posiciones sociales, jerarquizadas y jerarquizantes. En la que ciertos sujetos (sobre todo los dominantes no indígenas de clases medias) perciben esta situación de reacomodo como un des-colocamiento de los sujetos otrificados (los indígenas) de su tradicional lugar de subalternidad y, por ende, de su relativa pérdida de posiciona- miento como sujetos dominantes. Cabe aclarar que este proceso de cambio del ser sujeto indígena, en tan- to otredad subalternizada que se impuso con mayor énfasis a partir de del siglo XIX, no significa que los indígenas se constituyan en sujetos alternos, con proyectos emancipatorios y alternativos a la idea del sujeto moderno, sujetos consumidores y racionales, que el capitalismo continúa constru- yendo, sino implica un proceso por el cual éste problematiza más, que en otros momentos históricos, su condición de sujetos otrificados y, por tanto, de sujetos dominados e inferiorizados por su condición cultural o étnica. Igualdad y diferencia: las dos caras de la subalternidad del sujeto indígena ¿Por qué hablar del sujeto indígena? Porque al igual que a los hombres y a las mujeres de otros orígenes étnico occidentales, esta modernidad capi- talista exige ser un tipo determinado de sujetos, también se ha exigido y se exige aún, a individuos pertenecientes a grupos étnicos distintos al he- gemónico, que sean un tipo determinado de sujetos: un sujeto indígena en particular, que no es sinónimo a ser sujetos es sus especificidades étnicas. Esta situación de sujetos subalternos, en proceso de des-subalterniza- ción que se experimenta hoy en día en Bolivia, solo puede ser comprendida si recordamos el estrecho vínculo entre el concepto de igualdad liberal (en tanto procesos de subjetivación) y el racismo (en tanto técnica de clasifica - ción y jerarquización de la población). Algunos filósofos del mundo aymara argumentan que este tiene como particular la lógica de pensamiento, el “sí, pero no” , donde la afirmación y la negación constituyen opuestos que se complementan y conviven en tanto contradicción. Se ha argumentado en muchos ocasiones que esta comple- mentariedad de contrarios es lo particular del mundo andino y, por qué no, del muno indígena. Sin embargo, es oportuno reconocer que la complemen- taridad de contrarios no es atributo exclusivo del mundo indígena ayma- ra, sino también del mundo occidental, aunque se se atribuye la dualidad como particular forma de pensamiento del mundo occidental. Pensar en esta complementariedad de contrarios es la forma en que podemos enten- der la coexistencia de la política de la igualdad, promovida por la corriente liberal moderna, y el racismo como ideología y práctica de distinción y separación de los cuerpos como no iguales, diferentes y contrarios.
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