Número 45

23 la historia de México. Releyendo el discurso que Luis Cabrera hiciera en 1912 ante la Cámara de Diputados sobre el problema agrario en México y parafraseando una de sus ideas diría que lo primero que se le ocurre al gobierno desde la codicia personal es tratar de hacer un negocio desde una necesidad nacional. Tanto ese gobierno como el de ahora eran incapaces de pensar algo en función del bien de la sociedad, algo que implicara para ellos algún sacrificio. Piensan las soluciones en términos de negocios. Del gobierno que hoy tenemos difícilmente veremos alguna solución que no pase por protegerse a sí mismos. Y en eso los partidos, casi todos, comparten los mismos intereses. Lo único que se me ocurre para superar esta situación es partir de este hecho trágico de no poder contar con el Estado. Pero esto no significa que podemos renunciar a él, no hay modo. Pero si la recomposición tiene que empezar por algún lado, pienso que debe partir de la sociedad. Muchos estudios sobre la crisis en México de diversas fuentes nos advertían des- de hace años de la descomposición del tejido social , la frase incluso se ha vuelto familiar. Desde los crímenes de mujeres en Ciudad Juárez los diagnósticos advertían esta descomposición como una causa de fondo, luego lo volvimos a oír con Michoacán y ahora con Guerrero. En algunas ocasiones el Estado quiso hacer algo para reconstituir el tejido social, y al parecer en casi todos los casos fracasó. Quizá porque este tejido social, lo que ello signifique, no es algo que el Estado pueda por sí solo reconstituir. Nos falta aún comprender qué es esto del tejido social y cómo recom- ponerlo, pero seguro que es algo que sólo podemos hacer como sociedad. Se trata de un bien colectivo que sólo con la participación se puede gene- rar. Como sociedad hoy sabemos que las respuestas tienen que provenir de nosotros, pero se tienen que articular y discutir, nos tenemos que orga- nizar y tenemos que participar, detectar qué sí podemos hacer hoy, y qué podemos hacer mañana, y qué debemos hacer. Necesitamos dialogar y comunicarnos, conocernos y buscar soluciones en común. Esto es lo que creo que significa, al menos en parte, reconstituir el tejido social. Hoy no podemos ganar como sociedad el poder del Estado, ese que no es ajeno, ese que no entiende nada de lo que pasa y si algo entiende sabe que no le interesa hacer nada que sirva realmente para cambiar las cosas en favor de la sociedad. Hoy podemos dar la espalda a sus elecciones, pero sin quedarnos ahí en una posición de apatía y desencanto, podemos construir la sociedad que queremos, dialogando, comunicando, conocien- do lo que nos ocurre, lo que les ocurre a los otros, generando empatía, generando fraternidad (ese valor tan importante que iba de la mano de la libertad y la igualdad en la revolución francesa), eso que ahora llamamos solidaridad . Esto quiero pensar es reconstruir el tejido social. Y si bien eso no es suficiente, seguro que será un paso importante para que la so - ciedad pueda repensarse y reformar sus instituciones. La democracia que vale la pena, la que merecemos, no puede venirnos de arriba, no puede consistir en los productos de telenovela que nos venden los grupos que nos dominan, que dominan al país económica y políticamente. La de - mocracia que vale es la que surge de abajo, la que lleva demandas desde abajo, la que aspira a servir y no la que aspira a lucrar.

RkJQdWJsaXNoZXIy MTA3MTQ=