Número 45

11 E l 27 de septiembre del año pasado se me informó que un grupo de jóvenes normalistas de Ayotzinapa, en el estado de Guerrero había sido atacado por unos policías municipales; algunos de esos estu- diantes habían muerto y la mayoría se hallaba desaparecida. Inmediatamente pensé: “Se trata de una masacre más. Y como de cos - tumbre, no pasará nada. Quizá haya algunas protestas por los jóvenes des - aparecidos, que pronto se hundiría en las arenas del olvido”. Por fortuna, me equivoqué rotundamente. Lo acontecido en Ayotzinapa el año pasado ha sido una coyuntura que marca un despertar, la creciente compulsividad en la lucha por una auténtica democracia, la necesidad apremiante y peren- toria de que los mexicanos y todos los que residen en el país (o casi todos, ya que una buena parte de esta población es parte del problema y no de la solución) nos aprestamos a ser protagonistas en un combate por la seguri- dad, por la decencia, y, desde luego, por la democracia. 1 Dirección de Etnología y Antropología Social, INAH Francisco Javier Guerrero 1 Ayotzinapa y la cotidianidad violenta

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