Número 44

13 Trabajó en diversas dependencias del Instituto Nacional de Antropología e Historia en calidad de contratada, asu - miendo, más de una vez, cargos de au - toridad, con eficiencia. Para ella, como para muchos de mis colegas: la estabili - dad laboral, el incremento salarial, el se - guro de gastos médicos mayores y otras prestaciones, como el seguro de marcha (deceso), no existen. Belem ha partido ya, no le tocó apoyo para su velación y entierro, ni seguro de vida para sus deu - dos. Había librado una guerra sostenida contra el cáncer linfático, apelando a las dos vías: la alternativa (inmunoterapia) y la quimio, saliendo airosa contra todos los pronósticos oncológicos. Hace menos de un mes, muy solidaria, a Hilda y a mí nos ofreció fungir de me - diadora, para conseguirnos una dotación de esos productos sanadores que la saca - ron adelante, y cumplió. La vimos muy repuesta, había recuperado peso y ánimo. Y nuevamente, entregó sus mejores ener - gías al trabajo en el INAH y a cuidar ce - losamente su entorno familiar y amical. La otra escritura Pero hagamos un paréntesis y recorde - mos algunas anécdotas del pasado. No sólo dejo algunos artículos de carácter social, cultural y antropológico, sino que durante seis años, de 1986 a 1992, con - juntamente con su esposo, conformó un Grupo Literario, nominado “Club de Tobi”, en la calle de África, en la Romero Rubio, el cual incluso se contituyó en las últimas fechas, aunque por poco tiempo, en una Casa de la Cultura, la cual fun - cionó con cierto existo, y logró sacar a la luz una revista: Tepetzinco. La voz de la Romero Rubio y sus alrededores , de la cual sólo salieron tres numeros. En el Grupo participaban todo tipo de gente, desde normalistas, músicos y exguerrilleros, como Cuitláhuac Salazar, y su herrmano, Pascual Salazar López “El poeta maldito” (ambos ya difuntos), asi como la esposa del primero, Norma Guerreo Esquivel, pasando por artistas del teatro, como Miguel Rodarte y Carlos Malagón, hasta llegar a electricistas, co - merciantes, carpinteros, amas de casa, y participantes del Grupo Cultural Atlachi - nolli, representantes de la mexicanidad, todos ellos entrañable gente de barrio. Así tenemos a Raúl Ramírez Jurado “El Salsero Mayor” o “El Romerito Mayor” (quien ha seguido escribiendo cuentos e incluso ha publicado algunos de ellos), Jesús Gómez, Alejandro Ramírez, Carlos Enciso Vallarta, Yenelli Gómez, Acáxel Yotzin Gómez, Adriana Jiménez y Trini - dad Pérez, sin olvidar, por ello, a todos aquellos que colaboraron con la revista, tales como Jorge Claro León, fotografo connotado, Jorge Sanabria, vendedor de libros, y su esposa, Crisina Gómez “La musa”, Leopoldo Rodríguez M. y Alejan - dro Jara V., historiadores, y Jesús Gómez Esquivel, cantautor, con una partitura de su produción, así como Marianela Claro, Gumaro Foglia y Andrés Olivarez, ilus - tradores, y Carlos Gutiérrez de Aquino, investigador del CIDE, que colaboraba en la correción de estilo. De manera que Belem, esa gran mujer, no sólo propuso, promovió, aglutino, parti - cipó y fomentó a toda esta disímbola gente, con todas sus entreveradas y dispersas ac - tividades —don, por cierto, que permeó su toda vida y que permitio que el día de su velorio transitara una gran cantidad de per - sonas mostrándole de mil maneras distitnas el cariño que le tenían—, sino que incluso publico dos cuentos y un par de breves poe -

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