Número 42
30 en complicidad con grupos paramilitares argentinos y con personal de la estación de la CIA en nuestro país. Personal de inteligencia norteamericano también es- tuvo vinculado con las operaciones de la banda terrorista paramilitar Triple A, montada por el gobierno peronista de derecha de Isabel Perón para reprimir al movimiento obrero y otras expresio- nes de la militancia social. Al producir- se el golpe de Estado del 24 de marzo de 1976, el gobierno norteamericano de Gerald Ford reconoció diplomáticamen- te al gobierno de Videla el mismo día de su instalación. Los principales diarios norteamericanos destacaron el perfil de anticomunista militante del flamante go- bernante de facto argentino, resaltando que se esperaba que llevara adelante una política de lucha frontal y sin concesio- nes contra la guerrilla de izquierda. En los meses siguientes el gobierno nortea- mericano no dejo de dar su apoyo diplo- mático y financiero a la nueva dictadura. De la misma manera, la inteligencia nor- teamericana coordinaba las acciones del llamado Plan Cóndor en nuestro país y con las dictaduras de los países vecinos. En enero de 1977, llegó a la presiden- cia de Estados Unidos el demócrata Jim- my Carter, quien sostenía una plataforma electoral que postulaba la instrumenta- ción de políticas de distensión en la gue- rra de bloques y en favor de la defensa de los derechos humanos en los países con gobiernos dictatoriales. Según una cierta “historia oficial” que se instaló en nuestro país en los años de la “democracia de baja intensidad” que siguieron a la dictadura, el gobierno de Jimmy Carter fue un cohe- rente opositor a los gobiernos dictatoriales y un aliado incondicional de los organis- mos que luchaban contra la violación de los derechos humanos en nuestro país y el resto de América Latina. ¿Esto fue así? En mi opinión, es imposible sostener que du- rante el gobierno de Jimmy Carter se haya producido un punto de inflexión radical en la política de las relaciones entre Estados Unidos y los gobiernos dictatoriales. ¡No sucedió ni podía haber sucedido! En los años 70, el mundo seguía inserto en la guerra fría y la política de bloques. Cual- quier gobierno norteamericano, por más “progre” que fuera, no podía desconocer los fuertes compromisos que como gen- darme del orden capitalista tenía en todo el mundo y, en particular, en su clásico “patio trasero”. La política exterior nor- teamericana fue siempre como un avión con piloto automático. Tanto en la época de Truman o Eisenhower, como durante el gobierno de Kennedy. Igualmente, así fue con el anti-comunista Nixon y el defen- sor de los derechos humanos Carter. Con halcones como Reagan o Bush y con “pa- lomas” (¡con algo de caranchos!) como Clinton y Obama. Lo anterior no signifi - ca que el gobierno de Carter haya tenido una relación óptima con dictadores como Videla, Pinochet, etcétera. Factores de distinto peso en el medio político nortea- mericano no favorecieron una relación de ese tipo. La propia necesidad de la diplo- macia norteamericana de tomar distancia de la era de Vietnam-Watergate, incluyen- do el anterior apoyo desembozado a los gobiernos dictatoriales, obligaron a cam- biar el estilo. El ala “izquierda” del Parti- do Demócrata, fiel a la sensibilidad de su electorado, tomó el tema de la lucha con- tra la violación de los derechos humanos como una bandera de cierta rentabilidad política. En la segunda mitad de la déca- da de los años 70, la política exterior del nuevo secretario de Estado Cyrus Vance no era, ni podía ser, exactamente igual a la de Henry Kissinger. De hecho, la dicta- dura argentina comenzó a sentir una cierta frialdad desde el momento en que Carter asumió la presidencia. En mayo de 1977, Videla se fotografió conversando sonrien - te con Jimmy Carter durante la firma de los tratados Torrijos-Carter en torno a la devolución del Canal de Panamá. (¡Otra asignatura pendiente del imperialismo norteamericano!). Pero en los meses si- guientes, la dictadura descubrió que el gobierno yanqui reducía la cuota de ura- nio enriquecido que vendía a la Argentina,
RkJQdWJsaXNoZXIy MTA3MTQ=