Número 42

29 mir “responsabilidades” para impedir que los “irresponsables” habitantes de Latinoamérica (hispanos, indios, mes- tizos, negros) cayeran en las garras del “comunismo ateo”, o de cualquier cosa que se le pareciera. Cuando no alcanzó con los golpes de Estado, no se vaciló en utilizar métodos aún más drásticos. No está de más recordar que Estados Unidos invadió Republica Dominicana en 1965 para derrocar al gobierno nacionalista de Juan Bosch; intervino en Granada en 1983 para acabar con el gobierno de iz- quierda de Bishop y, de forma particu- larmente sangrienta, en Panamá (1990) para sacar del medio al mafioso Manuel Antonio Noriega, a quien los mismos yanquis habían ayudado a encaramar en el poder cuando eso les convino. Un ca- pítulo aparte merece la tenebrosa ocupa- ción de Haití en 1993, que tomo ribetes de genocidio sanitario y que, por diver- sos medios, se mantiene hasta el día de hoy bajo la fachada de la intervención de la ONU en ese sufrido país. Es un hecho conocido que el gobierno estadouniden- se, en colaboración con elementos para- militares de distintos países latinoameri- canos, financió y dio apoyos logísticos a los grupos armados que en la década de años 80, del siglo XX, combatieron al gobierno revolucionario de la Nica- ragua Sandinista, y que intervinieron en la guerra civil de El Salvador. Son más que conocidas las continuas agresiones militares, económicas y propagandísti- cas que Estados Unidos ha mantenido durante más de cincuenta años contra el gobierno revolucionario cubano. Centrándonos en el caso de nuestro país y, más específicamente del gol- pe militar de 1976, la intervención del gobierno norteamericano en el mismo fue de primer orden. Documentos de la inteligencia norteamericana y estudios de académicos de la misma nacionali- dad, permiten constatar que desde 1973, agentes de la CIA venían sondeando a militares argentinos dispuestos a dar el mal paso . No está de más recordar que en 1974 fue asesinado en Buenos Ai- res el militar chileno constitucionalista Carlos Prats Cardona, quien había sido opositor al golpe de Pinochet el año an- terior. En esta operación actuó la policía política de la dictadura chilena (DINA),

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