Número 42
28 ¿ P or qué resulta tan molesta la visi- ta de Barack Obama a la Argen- tina el día 24 de marzo? La razón es tan obvia que no tuviera que generarse una discusión al respecto. No obstante, como este mundo está lleno de desinfor - mados, no viene mal recordar los motivos profundos que hacen que la llegada de un presidente norteamericano a nuestro país en el cuadragésimo aniversario del golpe militar genocida de 1976 sea tan irritativa. En la segunda mitad del siglo XX,, Estados Unidos, (alias “Yanquilandia”, “El Gendarme del Mundo” y otros de los que mejor ni hablar), financió e ins - trumentó sucesivos golpes de Estado en países latinoamericanos, instaurando dic- taduras autoritarias y represivas alineadas completamente con su política exterior y ejecutoras favorables de la expansión de las inversiones yanquis en nuestro sufrido continente. Estas políticas tuvieron como consecuencia la perpetuación de formas de dependencia a las economías centra- les, la pauperización de la mano de obra nativa, amén de no favorecer en lo más mínimo el desarrollo de nuevas ramas de la economía, como las diversas retóricas pro imperialistas de ese entonces (¡y de ahora!), solían afirmar. Desde siempre, pero con más fuerza desde la segunda guerra mundial en adelante, la política exterior norteamericana ha significado en nuestro continente: dependencia, atraso y soluciones autoritarias y represivas. Po- líticas alentadas e instrumentadas desde los centros imperialistas y ejecutadas por Argentina : ¡Bienvenido Mr. Obama ! Daniel Omar de Lucía las oligarquías y burguesías semi-colo- niales de nuestros países y sus agentes políticos (militares reaccionarios, parti- dos políticos conservadores, y no tanto, clero, burocracia sindical, etcétera). El Departamento de Estado norteamericano fomentó de manera activa los golpes de Estado en: Brasil (1964); Bolivia (1971 y 1980); Uruguay (1973); Chile (1973); Argentina (1966 y 1976). Esto solo por mencionar los casos más importantes y trágicos. Quede como símbolo mayor de esta política pro-imperialista y genocida la aceitada operación política de la Agen- cia Central de Inteligencia (CIA) para de- rrocar al gobierno socialista de Salvador Allende en Chile por medio de un inten- to de golpe civil y su transformación en golpe militar fascista (Plan B), cuando la primera opción se reveló como insu- ficiente. Como exclamó indignado, en su momento, el Secretario de Estado nortea- mericano de esos años, Henry Kissinger (¡Premio Nobel Paz, igual que Obama!): “¡no veo porque tenemos que esperar y permitir que un país se vuelva comu- nista debido a la irresponsabilidad de su propio pueblo!”. La frase expresa con meridiana cla- ridad el desprecio que este gran “demó- crata” sentía por el derecho de los ciu- dadanos de los países latinoamericanos a elegir el gobierno que sintieran que mejor los representaba. Con Kissin- ger y con los demás personeros que le sucedieron en su cargo, los gobiernos norteamericanos nunca dejaron de asu-
RkJQdWJsaXNoZXIy MTA3MTQ=