Número 42

13 na ciudad de Mexico, como de manera accidental, comienza a cambiar su pro - porcionalidad y accidentalidad; esto es, pese a lo escaso de las menciones, se inicia una tendencia inversa: a generali - zar la designación ciudad de Mexico y a convertirse en más extraña Tenoxtitlan.   Aunque al recorrer las páginas de los libros de las actas del cabildo queda sin explicación el porqué de tan pocas men- ciones del nombre de la ciudad desde donde se estaba actuando, sí dejan ver que los integrantes del cabildo estaban muy atentos a la manera en que en la península se designaba a la misma, pues pareciera que hay algún tipo de acom- pañamiento, inclusive en la manera de grafiar, que llegó al extremo ya referido de datar Mexico, Tenochtitlan, Mexico. En los libros índices y extractos de protocolos de la ciudad, que según la edición de Agustín Millares Carlo y José Ignacio Mantecón inician en 1524, se nota la referencia de ubicación de los estantes, vecinos, comerciantes, artesa- nos, funcionarios, religiosos, etcétera, que es la ciudad de Tenustitan o Tenu- xtitan, sin ningún otro complemento hasta 1536. Después de ese año se con - signará en los documentos la designa- ción de Tenuxtitan Mexico, para que fi - nalmente después de 1548 ya nada más se mencione ciudad de Mexico. El seguimiento de las actas de cabildo y de los protocolos y su confrontación con los documentos llegados de Castilla muestra un aparente acompañamiento del cabildo y los escribanos hacia lo que establece el Consejo de Indias a través de cartas, provisiones y cédulas, que no tienen nada que ver con cómo se debería de llamar la ciudad, sino de manera indi- recta y por la referencia que hace a ella, en el modo qué debe decirse y escribirse. Conclusión Si como he señalado, a  partir de 1534 y hasta 1548 la documentación salida de la corte castellano-aragonesa hacia la Nue - va España irá deslizando cada vez con mayor frecuencia la enunciación ciudad de Mexico en detrimento del binomio Temixtitan Mexico, sólo se convirtió en algo definitivo hasta siete meses después de haber fallecido Fernando Cortés, el 2 de diciembre de 1547. No he encontrado otro hecho significativo que pudiera re - lacionarse con la toma de decisión últi- ma para darle el nombre de la provincia de Mexico a la ciudad. Es cierto que tal designación no le fue del todo extraña al propio Cortés, que la deslizó, tres veces, en su Tercera y Cuarta Carta de Relación , pero que fi - nalmente dejó al rey la decisión de qué hacer con ella, lo que se constata en el material referido. Resulta, si no del todo paradójico, por lo menos curioso que el ciclo de Fer- nando Cortés en lo que él llamó la Nue - va España inició cuando puso a dispo- sición de Carlos I de Castilla y Aragón y V de Alemania, como las joyas de la Corona, la principal ciudad Temixtitan y su complejo entramado geográfico y humano que para ser apreciable, él pro- puso que debería de llamarse Mexico, y termine con su muerte, trastocando el orden de la historia que él había im- puesto, pero sin desaparecer del todo, pues el nombre de la ciudad él mismo lo había propuesto tras mano, después de designar primero a la provincia para luego ver la posibilidad de que así se llamara a la ciudad, lo que sucedió sólo después de que el capitán general deja- ra de existir. Después de seis meses de su deceso y doce años de que dejó de mencionar la ciudad de Temixtitan, la ciudad de Mexico cobró carta de natu- ralización en el mundo entero. Las historias cuentan otras historias: la que hasta aquí he bosquejado se des- prende de revisar solamente los mate- riales históricos que hasta ahora nadie ha tomado en cuenta para saber cómo es que llamaron los primeros conquistado- res, estantes, religiosos, funcionarios ci - viles y religiosos la ciudad en que vivie- ron de 1522 y hasta por lo menos 1548.

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