Número 42
11 rió la designación de la ciudad de Mexi- co, aunque en reales cédulas postreras o mandamientos volvió a usar el binomio Tenuxtitlan Mexico. Ya señalé que esa manera de proce- der en la designación de la ciudad en la documentación proveniente de la penín- sula va construyendo la sensación de que existe una acción dubitativa, o una ten- sión que no termina de resolverse hasta por lo menos 1534, cuando se nota que de nueva cuenta dos hechos la exacerban, al hacerse más presente la designación en solitario de ciudad de Mexico. El primero tiene que ver con la asig- nación que Carlos V, el 19 de junio de 1534, dio a la ciudad de cinco leguas territoriales y de jurisdicción civil y criminal. En dicha cédula es la primera vez que noté que la Corona refiere a la ciudad de Mexico para que acate una or- den. Es un matiz, pero no debió ser me - nor para la ciudad, o mejor dicho para los miembros del cabildo, que se sabían representantes de todos los habitantes y en tal sentido se asumían como ciudad. En consecuencia y como acto curioso en lo que hoy podríamos llamar alcance a la orden dada por el rey para delimitar la jurisdicción de la ciudad, dataron el acta correspondiente en Mexico, Tenu- xtitan, Mexico. Nótese el trasvase del término de la provincia a un primer pla- no, pero no se dejó de usar el binomio que empleaba la Corona. El otro hecho relevante tuvo lugar en Roma, el 9 de septiembre de 1534, con la expedición por Clemente VII de la bula para erigir la catedral de México: […] a dichos Reinos esté el insigne lugar de México, y a el rededor haya un dilatado, distinto, y capacísimo te- rritorio, que tendrá más de 20,000 ve- cinos o habitantes, de los cuales haya muchos fieles, así nuevamente con - vertidos, como otros extranjeros, que van a habitar y residir allí de distintas partes del mundo; y en dicho lugar de México haya entre otras iglesias, mo- nasterios, y lugar píos erigidos con la devoción de los Reyes y de dicho Ca- pitán; y que existe una Parroquial bajo de la invocación de la Bienaventurada Virgen María, de muy buena fábrica y edificio, a la que acuden todos los fie - les, como a su parroquial, para oír las misas y demás divinos oficios y recibir los santos sacramentos; y deseando en grande manera el mismo Emperador Carlos, que aquella Iglesia Parroquial se erija en Catedral y el lugar de Mé- xico en Ciudad : Nos habiendo tomado en este particular el discreto consejo de nuestros venerables hermanos los Cardenales de la Santa Iglesia Roma- na,… erigimos e instituirnos el lugar de México, y su Parroquial Iglesia, en Catedral, con la misma advocación de Santa María, para que haya un Obispo Mexicano, y pase a México […]. 6 “y el lugar [provincia] de México en Ciudad” . Al leer y releer esta frase me di cuenta que posiblemente el llama- miento de Clemente VII, consultado con los cardenales, era la clave para elucidar qué es lo que durante años se había espe- rado para llamar así, sin ningún tipo de duda, a la principal ciudad del virreinato de la Nueva España y no como había sido denominada en un principio. El libro del cabildo de la ciudad de Temixtitan comenzó sus registros el 6 ( sic ) de marzo de 1524 y hasta el 25 de septiembre de 1528 no se usó en ningu- na acta el nombre de ciudad de Mexico. Sólo en esa acta se consigna dicha de - signación, como una extrañeza, que va dejando de serlo conforme se van acer - cando 1534 y ya después de 1536 será una casualidad volver a encontrar la de- signación primigenia con que se abrió la data de los libros de actas del cabildo. Por otra parte, no deja de llamar la atención que en las páginas y libros au- tógrafos de las actas del cabildo que he podido revisar, hasta por lo menos 1536, 6 Alberto María Carreño, Fray Domingo de Betanzos, fundador de la Nueva España, de la venerable orden dominicana , 2ª. ed., México, Biblioteca Enciclopédica del Estado de México, 1980, pág. 266.
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