Número 41
14 cooperación y de “compartición”, ese neo - logismo zapatista que la computadora pone en letras rojas. Ya Benedetti decía que cuando hablamos de moral no habla- mos de “moralina”. Es más: aquí queremos acentuar que la moral es una fuerza de tal modo importante, que sin moral se des- pedaza toda revolución, todo movimiento emancipador, toda lucha por el socialismo, por la democracia y la libertad. Si usar el término de “moral” se ha prestado a razo - namientos que la reducen a una conducta personal o a una posición meramente idea - lista, ya es tiempo de que nos percatemos que sin moral personal y colectiva estamos gravemente desarmados. 5º. El teatro de la guerra, el engaño y la mentira del poder establecido han pro- gresado enormemente desde la época de Shakespeare. Las guerras “virtuales” y las guerras “a modo” son su máxima expre - sión. No sólo se diseñan para confundir la realidad con sus imitaciones de lo real y sus materializaciones de lo teatral. Sirven para organizar juegos de guerra en que los imperialistas arman el juego y los pueblos ponen los muertos. Y para que los juegos hagan destrozo y medio entre los propios pueblos, tanto la guerra política como la militar despojan a las luchas de toda ideo - logía, de todo programa que pugne por la organización de un mundo menos injusto y menos autodestructivo. No hacen de los mahometanos una raza maldita, como los nazis la hicieron de los judíos: hacen de ellos unos terroristas criminales a los que juntos bloques, estados, corporaciones y pueblos deben castigar o eliminar. Es así como luchas y guerras son relegadas al or- den de lo criminal y se dan contra los te- rroristas o contra los narcotraficantes; son relegadas a este orden sin más alternativa. Y allí donde la guerra es más fuerte -en la inmensa región musulmana-, la guerra neofascista se junta con la guerra por el petróleo y otras riquezas, y de paso con la eliminación neodarwinista de negros y musulmanes desechables, en que los ge- nocidios acostumbrados sustituyen a los campos de concentración y a los hornos crematorios que los nazis organizaron para eliminar a los judíos. En cambio la destrucción de los pueblos africanos, ára - bes, y mahometanos se hace dizque para castigar a “quienes merecen castigo”, que son enjuiciados, comprobados como cul -
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